Plaga de invierno (Yuri)

En el año 2025, el planeta fue envuelto por un extraño virus que nunca pudo detenerse. Acabó con más del setenta por ciento de la población y sólo aquellos inmunes a este, sobrevivieron. Pero otro gran problema se hizo presente para aquellos que intentaban renovar sus vidas; las guerras nucleares provocaron una terrible falla en el ecosistema, la naturaleza comenzó a morir y sólo quedaban pocos sitios donde el aire aún era sano. Por desgracia, mucha gente era egoísta y buscaban apoderarse de todos esos lugares. Sacrificaron niños, mujeres y familias que se oponían a ello, descuidando que la radiación había producido cambios bruscos en algunas personas y animales, volviéndolos salvajes e irreconocibles.

Género: Drama, Yuri, Suspenso, Apocalíptico. (Puede contener vocabulario violento y escenas para adulto)

Capítulo 1: Inicios

En el año 2025, el planeta fue envuelto por un extraño virus que nunca pudo detenerse. Acabó con más del setenta por ciento de la población y sólo aquellos inmunes a este, sobrevivieron. Pero otro gran problema se hizo presente para aquellos que intentaban renovar sus vidas; las guerras nucleares provocaron una terrible falla en el ecosistema, la naturaleza comenzó a morir y sólo quedaban pocos sitios donde el aire aún era sano. Por desgracia, mucha gente era egoísta y buscaban apoderarse de todos esos lugares. Sacrificaron niños, mujeres y familias que se oponían a ello, descuidando que la radiación había producido cambios bruscos en algunas personas y animales, volviéndolos salvajes e irreconocibles.

Max acababa de mudarse con su novia Jonna, al sur del continente americano, donde se encontraba uno de los sitios habitables, ya que el de ellas fue cerrado por la radiación.

-No sé por qué vamos hacia allá... Ese lugar está infestado de... infestados -dice Jonna, mientras mandaba unos mensajes por su celular.

-No te molesta el lugar... Te molesta que Tomas no haya venido con nosotras -mira de reojo a la muchacha de cabello rubio, sin dejar de prestarle atención al camino, iba conduciendo.

-Claro que si, ¿cómo pudiste irte sin él? -le reprocha.

-No lo conocí lo suficiente como para arriesgarme a aspirar toda la radiación que se venía sobre nosotras mientras escapábamos -intentaba sonar con ironía, pero era la verdad- Y sí intenté, pero él se fue primero que nosotras, lo perdí de vista.

-No le dabas la oportunidad de conocerte -se cruza de brazos.

-Si se la di. Miles de veces, él no quería conocerme.

-Max, siempre lo mirabas con seriedad, ¿cómo esperas que alguien se acerque así a ti?

-Tú te acercaste a mí -gira a la derecha.

-Si... Porque estabas ebria y nadie se ofreció a tomar un taxi contigo -suspira.

-Desde entonces hemos sido muy unidas, ¿o no? No necesité llamar la atención para estar a tu lado.

-Lo sé... Es sólo que... a veces actúas tan fría...

-Claro que no...

-Sí, Max... Llevamos casi cinco meses juntas y aun no me has dado una noche inolvidable -suspira.

-¿Sexo?

-¡Sí! Sólo me abrazas o acaricias, ¿no puedes ir más allá de eso?

-Puede... ser... -vuelve a mirarla de reojo, sus ojos se clavaron en el celular.

-Ha... No sé... Me aburres un poco, ¿entiendes? -dice sin mirarla, mientras escribía.

-Yo a veces siento que le dices más "Te amo" a Tomas que a mí -mira hacia delante con el ceño un poco fruncido.

-No me digas que te molesta, soy así con la mayoría lo sabes. Y deja de leer mis mensajes -se gira- Deberías decir "que bien, Tomas está a salvo, vamos por él" En vez de quejarte por cosas sin importancia.

-¿Sin importancia? ¡Él prefirió escapar a salvarte! -gira el rostro con enojo, alzando la voz.

-¡¡Rayos Max, cuidado!! -le alerta al ver algo gigante en el camino.

La chica de cabello negro intenta hacer una maniobra para esquivar aquello, pero no tuvo éxito, el auto dio varias vueltas hasta quedar de costado.

-Jonna... ¿Estás bien? -pregunta la mayor, un tanto mareada. Se había torcido la pierna. No podía visualizar bien las cosas, uno de los vidrios de sus anteojos se quebró.

-S-si... sólo... me golpeé el hombro...

Max usa su pie sano para golpear con fuerza la puerta y abrirla; primero salió Jonna, quien intentaba componerse.

-Tomas viene en camino... va a poder ayudarnos -acaricia la parte donde se había golpeado.

-¿Venía siguiéndonos? -pregunta aturdida, intentando quitarse el cinturón, se había atascado.

No escuchó respuesta, sólo el sonido de otro auto estacionarse cerca. Jonna le estaba contando la situación, pero hubo otros sonidos que levantaron temor. Max sintió como algo golpeaba con fuerza el auto y lo volteaba, una bestia estaba subida a este, logró cerrar la puerta con velocidad pero el infestado movía el vehículo bruscamente, se escondió en la parte de atrás al liberarse del cinturón, pero sólo pudo ver a Tomas ayudando a la chica a ingresar rápidamente a su auto.

-Tienes un arma cielo santo, ¿no vas a ayudarla? -se queja Jonna.

-¿Estás loca? Vienen muchos en camino, debemos irnos, ¿quieres quedarte? -le frunce el ceño.

Jonna niega y gira el rostro, para evitar ver el auto volteado, donde una bestia trataba de matar a Max; quien sólo se quedó observando cómo la rubia se retiraba sin mirarla. La chica de ojos oscuros sólo bajó la mirada y apoyó la cabeza en el suelo, los ruidos que ocasionaba el monstruo dejaron de interesarle.

-Es... lo mejor... -susurra- Ella... seguro busca ponerse a salvo... si viene por mí... podría morir.

Estuvo así hasta sentir cómo la garra de quien trataba de devorarla ingresaba bruscamente al auto, helándole la sangre, lo pateaba pero este le arañaba la pierna y la otra no podía moverla. La criatura volvió a golpear con fuerza el auto, provocando que Max se golpeara en la cabeza; lo último que alcanzó a sentir, fue un rugido diferente, dos sombras gigantes batallando del otro lado. Todo comenzó a volverse eco, hasta perder el conocimiento.

Los gritos de alguien la obligaron a abrir los ojos, veía borroso, como siluetas de personas; hasta que alguien se acercó para colocarle los anteojos.

-Necesito saber si sientes dolor en alguna parte del cuerpo -dice una muchacha de cabello castaño oscuro, mientras anotaba unas cosas en un block de notas.

-No sabría... decirlo... ¿Dónde estoy? -mira a su alrededor. Parecía la habitación de un hospital en mal estado.

-Es un refugio. Mira -la observa- No puedo responderte preguntas ahora, estoy muy ocupada con varias personas que han traído, ¿puedes esperar a que me desocupe?

-Sólo me duele la cabeza... -responde sin más, girando el rostro.

-Si el dolor aumenta, me avisas cuando vuelva. No vayas a moverte de aquí, últimamente tenemos poco personal y los enfermos se escapan -suspira y camina hasta la puerta.

-No debería importarles si se escapan, sólo atender a los que se quedaron.

La chica de ojos marrones se voltea a verla sin saber qué responder a eso y a los segundos se retira. Max da un suspiro pesado y mira por la ventana, parecía estar en un piso alto. Intentó ponerse de pie, pero le dolió al hacerlo. No veía sus maletas en la habitación y no tenía ganas de quedarse en un lugar así. Salió lentamente por la puerta y rengueando. Había mucho ruido, hombres y mujeres con bata blanca yendo de un lugar a otro, no parecía interesarles que ella anduviese por ahí, hasta que sintió que alguien la jaló del brazo.

-Te pedí que me esperaras en la habitación. En serio, ¿qué tienen todos que huyen? -se queja la chica con la que se había topado primero. Su bata traía algo de sangre.

-Tal vez una nueva epidemia -responde con ironía- Te dije que te preocuparas por quienes-

-Escuché -la interrumpe, alzando la voz, luego suspira, intentando calmarse- Escuché lo que dijiste, me preocuparé por quienes yo elija preocuparme; ahora, te pido que vuelvas a tu habitación.

Max estuvo por responder, pero un fuerte estruendo la tiró con fuerza al suelo. El lugar se llenó de polvo en segundos y gritos desgarradores comenzaron a resonar por todos lados. El suelo se quebró rápidamente debajo de ella, sólo alcanzó a sujetarse de un fierro que sobresalía del pavimento, pero su fuerza estaba jugándole una mala pasada, nunca había estado tan cerca de la muerte, no pudo evitar asustarse. Alguien le sujeta el brazo para jalarla hacia arriba, se trataba de su "enfermera"; cuando logró subirla, se puso de pie y salió corriendo en dirección contraria a Max, ella también intentó levantarse pero cayó tras el terrible dolor, sólo se quedó mirando en la dirección que había salido corriendo su acompañante. Los gritos habían cesado pero los ruidos de infestados se apoderaron del lugar, junto a disparos lejanos. Max se puso de pie como pudo, sujetándose con fuerza de la pared, caminaba casi a ciegas; la tierra estaba siendo un gran problema. Dos disparos la dejaron inmóvil, sonaron muy cerca de ella, a los pocos segundos, un infestado cayó muerto al suelo.

-Hay que salir de aquí -reconoció la voz, pero no podía verla muy bien- No hay que hacer ruido, tranquila, toma mi mano -se le acerca, para sujetarle el brazo y guiarla.

La verdad no esperaba que volviese por ella de esa manera, lo que la dejó callada, sólo se dejó guiar hasta llegar a la planta baja. Max tomó sus anteojos y los limpió, para visualizar mejor.

-Todos se han ido... -dice la chica, buscando por el lugar.

-Tal vez lo vieron conveniente -agrega Max.

-No, es casi de noche -comienza a mover muebles a la entrada del lugar.

-Entonces tomaron una decisión estúpida -suspira y la ayuda a moverlos.

Una vez que lograron tapar todas las entradas y ventanas, tomaron asiento, ya había anochecido.

-Soy Mimi -enciende una linterna y alumbra a su compañera, la cual hace un gesto de desagrado ante el flash repentino- Lo siento, mal cálculo.

-Ese tipo de cosas... -suspira un tanto molesta- No hay problema, no ha sido mi día. Un placer...

-Sé que no lo ha sido, yo fui quien te atendió. Tenías fiebre cuando llegaste. Amm... ¿Tú nombre?

-¿Sabes dónde puedo conseguir algún arma? -gira el rostro.

Su compañera suspira y saca una de su bolso.

-Te daré esta, a cambio de tu nombre.

La chica de ojos oscuros se volteó a verla con el ceño fruncido.

-No la necesito. Escucha -intenta ponerse de pie- No porque me hayas salvado dos veces la vida y estemos encerradas aquí, signifique que debamos trabajar en equipo.

-¿No confías en mi cierto?

-No confío en nadie, sólo en mí misma.

-Sólo te pregunté tu nombre...

-Yo no pregunté por el tuyo -comienza a subir las escaleras.

-Está bien -alza la voz, lo que llevó a Max a darse la vuelta y verla- N-no necesitas irte así, no te enojes. Te daré el arma -se acerca a ella y estira el brazo, para pasarle lo que quería.

Max se quedó mirándola por varios segundos, como si la analizara. La muchacha sólo la observaba un tanto inquieta. La mayor da un suspiro, tomó el arma y se encaminó a donde había estado hace unos minutos.

-No deberías darle el arma a alguien así como así...

Mimi sólo bajó la mirada.

-Podría ser una asesina. Matarte y llevarme tus cosas.

La chica de ojos marrones continuó con la mirada baja, de vez en cuando la observaba de reojo.

-Pero no lo soy...

Hubo un silencio un tanto molesto, que duró unos cuantos segundos, hasta que Mimi habló.

-Primero, carga el arma -le lanza un cartucho- Luego me das clases de homicidio -agrega con sarcasmo.

Max logra atrapar el contenido y se queda mirando un tanto sorprendida a su compañera, para luego sonreírle tras darse cuenta de lo ocurrido.

-Soy Max -carga el arma- ¿Tu nombre es algún sobrenombre o seudónimo?

-¿Eres hombre o mujer? -toma asiento y se queda observándola.

-Entendí el punto.

Continuará. 

Capítulo 2: Conflicto.

A la madrugada, comenzaron a mover los muebles nuevamente, para inspeccionar que la zona estuviera libre de... muchos peligros.

-Esa explosión... no imaginé que habían ataques terroristas aquí también -comenta Max.

-Yo sí... Es decir, el año pasado bombardearon este pueblo, creo que podía esperar otro ataque más -explica, mientras se asoma por la ventana de las casas.

-¿Por qué no te has ido? Parece un pueblo fantasma.

-Nací aquí -dice con seriedad, dejando de caminar para mirar el suelo unos segundos- Ese era el último refugio... Había mucha gente aún... No sé cuántas bombas tiraron pero al parecer lograron lo que buscaban, dejar el pueblo más vacío de lo que estaba...

-Entiendo, pero es como ponerte una soga al cuello. Si sab-

-Escucha, sé a qué te refieres, pero muchos aquí cuidaron de mí cuando la primera bomba mató a mis padres, ¿cómo pretendes que los abandone sin más? -indaga molesta.

Max sólo se quedó en silencio, la miró unos segundos y luego giró el rostro sin saber qué responder. Mimi suspiró y continuó su camino.

-¿Tienes familiares? -indaga la castaña, mientras observaba los alrededores.

-No -tardó en responder.

-¿Qué les ocurrió?

-No te interesa saber eso -lleva sus manos a los bolsillos y camina unos pasos más adelante que su compañera, la cual sólo giró el rostro para no tomarle mucha importancia al carácter de la pelinegro.

Vagaron por mucho tiempo, buscando alimentos y sobrevivientes, pero las pocas personas que habían visto, se negaron a salir de sus casas. Al mediodía, llegaron al límite del pueblo, el cual se separaba en tres calles.

-Bueno, aquí nos separamos. Te deseo suerte -toma el camino del medio.

-¡O-oye, oye! -la toma del brazo, Max se suelta rápidamente y con desagrado- Lo siento.

-No vuelvas a tocarme -le frunce el ceño.

-Tuve que hacerlo cuando casi caes de un edificio de siete pisos -la mira de la misma manera.

Max sólo hace una mueca y se gira para retomar su camino. Mimi se adelanta para colocarse frente a ella.

-¿Ya te has enfadado de nuevo? -camina lento de espaldas, ya que Max no tenía mucho interés en detenerse.

-No es enfado, no quiero compañía.

-¿Te molesta estar acompañada?

-Es lo que dije, hazte a un lado.

La muchacha de ojos marrones se quita del camino y se queda de pie, mirando a Max, quien continuó su camino. Mimi sólo bajó la mirada y caminó en dirección al pueblo nuevamente.

Max ya llevaba un buen tramo recorrido, cada paso que daba, lo sentía más pesado que el anterior, eso le molestaba; hasta que un ruido le hizo girar el rostro rápidamente. Disparos y rugidos provenientes del pueblo, se adelantó unos cuantos pasos para volver y luego frenó de golpe, apretando los puños.

-Soy idiota... -admite un tanto enojada.

Corrió tan rápido como sus piernas se lo permitían, siguiendo los ruidos, a lo lejos pudo a ver a Mimi disparándole torpemente a un infestado.

La castaña corría entre escombros y disparaba sin dar en el blanco, hasta que otro infestado bajó y le arañó el brazo de tal manera, que la arrojó al suelo con el impulso. El monstruo anterior iba directo a morderle el cuerpo pero una bala le atravesó la cabeza, el otro le rugió a la pelinegro y se tiró con furia sobre ella. Había varios, una lluvia de disparos se hizo sonar en la zona, pero uno logró empujarla al suelo, pero cuando estuvo pro atacarla, una enorme garra golpeó al infestado, arrojándolo contra una estructura. El infestado rugió y luego escapó, Max se giró para ver quien la había ayudado, pero sólo alcanzó a ver una enorme figura bestial, saltando entre las casas, alejándose. Se quedó unos segundos mirando hacia aquello, pero luego se puso de pie para acercarse a Mimi, quien se encontraba en el suelo. Parecía no saber quién se encontraba frente a ella.

-Acabas de arrojar a la basura la figura genial de quien me salvó ayer con un disparo -dice Max con sarcasmo, acercándose para ayudarla a levantarse.

-Fue... tiro de suerte -intenta seguirle la corriente, sentía punzadas en el brazo.

-Este lugar no es seguro, deberías haberte ido -la jala hacia arriba, la castaña parecía tener dificultades para estar de pie.

-Si... creo... que si... -tose- Creo que soy más lenta que tú... al tomar decisiones -cae al suelo de rodillas.

-Y al disparar -vuelve a ayudarla a ponerse de pie, pero esta vez, pudo sentir que a su compañera le había subido mucho la temperatura- Debemos volver al edificio de ayer, debo atender esa herida que tienes.

La castaña intentó responder, pero se desmayó al instante. Max se puso un tanto nerviosa, ya no tenía mucha munición y si aparecía otra horda de infestados, sentía que no iba a sobrevivir. Cargó a la chica y se dirigió al mismo edificio en el que amaneció, ingresó y se dispuso a buscar lo necesario para ayudar a su compañera.

Mimi sentía el cuerpo muy pesado y adolorido, cuando abrió los ojos, estaba un tanto oscuro; aun con el mal estar, su mirada se tensó y su corazón se aceleró al no saber dónde estaba, intentó ponerse de pie a la fuerza y cayó al suelo.

-Hey, hey ¿qué haces?

Esa voz la relajó un poco.

-¿Max? -indaga, aun perdida, mientras la otra chica dejaba en el suelo un par de cosas, para acercarse y acomodarla en una camilla, que no había notado.

-Soy yo. Relájate, hace poco te bajó la fiebre -lleva su mano hasta la frente de Mimi- Te ha subido un poco -se gira en busca del recipiente donde había dejado el trapo húmedo.

-Creo que es... una infección -avisa, aun, un tanto mareada.

Max no era de mucha plática, por lo que no le respondió, estaba concentrada preparando algo en otro recipiente. Mimi se mantuvo callada hasta que descubrió que era comida. La pelinegro soplaba sobre una cuchara de madera mientras la acercaba lentamente a la boca de la chica enferma; quien prefirió no decir nada como "eres más cálida de lo que aparentas" o "Pensé que ya te habías ido por seguridad" Temía que cualquier cosa que dijera, la chica seria decidiera abandonar el lugar en segundos.

-¿Cómo te sientes? -indaga Max, dejando la cuchara a un lado luego de terminar su labor.

-Mejor... gracias -fuerza una sonrisa. Le dolía bastante el cuerpo pero podía sentir que la fiebre había disminuido al igual que las punzadas en su brazo vendado.

Max no dijo nada más, y su compañera prefirió hacer lo mismo, hasta que su cuerpo cansado caía dormido, pero la despertaba de vez en cuando el estar mal. Como si le faltase el aire, la pelinegro se quedaba observándola para ver si todo se encontraba bien, cuando Mimi le dedicaba una sonrisa para indicarle que no pasaba nada grave, le asentía y volvía a caminar por el lugar, buscando algo que le sirviese.

Al rato, una vez más, Mimi volvió a despertarse de golpe, como si un temor la dejase sin aire, giró un poco el rostro y notó que Max se encontraba sentada cerca de ella, mirando fijamente y con angustia, la salida del lugar. Le intrigaba saber que pasaba por la mente de aquella chica, cuyos ojos oscuros, perdían su brillo con bastante facilidad. Se quedó observándola durante unos cuantos segundos, hasta caer dormida de nuevo.

Le llevó unos días a Mimi recuperarse, pero Max se quedó en todo ese transcurso de tiempo, que parecía haber sobrado para que comenzaran a tratarse como amigas. Solían hacerse chistes pesados o empujarse, poco a poco fueron acostumbrándose la una a la otra.

Al caer un nuevo día, donde tocaba limpiar la herida, Mimi dio un pequeño salto para sentarse sobre uno de los muebles, mientras su compañera se acercaba con un trapo húmedo. Al quitar la venda, notó que había mejorado considerablemente. Se quedó mirando el brazo de la chica un tanto pensativa.

-¿Pasa algo malo? -indaga la castaña, con una sonrisa, la cual desapareció tras escuchar la respuesta de su amiga.

-Ya... te ves mucho mejor. Yo debo marcharme, ¿sabes eso no? -avisa, mientras pasa el trapo por la herida.

-Pensé... que ya te caía mejor...

-¿Qué? -levanta la mirada.

-¿Por qué intentas alejarte de mí siempre?

-¿A-alejarme? -indaga un tanto preocupada al ver la reacción llena de angustia proveniente de su compañera.

Mimi esperaba algo más como respuesta que otra pregunta, quitó el brazo enojada y se puso de pie.

-No me alejo, opino que estaremos mejor separadas.

-Si... nos ha ido genial separadas...

-Oye, no es mi culpa que no sepas disparar -se queja.

-Tampoco fue mi culpa que no supieses conducir -se cruza de brazos.

Max sólo se quedó un tanto pensativa, ¿cómo había podido llevarla hasta el refugio? ¿La habían ayudado? De igual forma, no le prestó atención y decidió ignorar el último comentario de Mimi; sólo se puso a ordenar sus cosas dentro de su mochila.

-¿Es así como tratas a las personas? ¿Las cuidas y luego te marchas?

-¿Tú no haces eso? -coloca la mochila en su espalda.

-No...

-Deberías hacerlo -comienza a caminar hasta salida, pero su compañera la empuja desde atrás -¡Oye!

-¡Eres una maldita cobarde! ¡Todo este tiempo tratando de comprenderte y entender tus razones y tú sólo piensas en salir por esa estúpida puerta! -le grita.

-Esa fue tu decisión -avisa, sin mirarla- No tengo la culpa de que te hayas encariñado conmigo.

-¡Pf! -se bufa- ¿Quién podría encariñarse de alguien que te brinda amistad y luego te abandona? -indaga con enfado.

Max se quedó inmóvil durante varios segundos, se giró y con el ceño fruncido, se dirigió hasta Mimi, hasta quedar frente a ella.

-¿Tienes algo más para decir aparte de eso?

La castaña sólo giró el rostro, tenía los ojos cristalinos, pero no iba a llorar delante de alguien así.

-¡¡Dime!! -le grita, pero sólo recibió una bofetada por parte de Mimi.

-¡¿No te ibas?! ¡Vete! -responde la chica de ojos marrones, girándose para evitar más a la otra. Sus ojos ya habían comenzado a derramar algunas lágrimas.

Max se compuso y dio la vuelta para salir con seriedad del edificio; podía sentir el leve llanto de su compañera y cómo sus pies se volvían pesados nuevamente con cada paso que daba, lo que la llevó a patear un trozo de metal que se hallaba entre los escombros. Tiró el bolso al suelo con enojo y se sentó cerca de éste, apoyando la cabeza entre sus rodillas. Así se quedó por varias horas, hasta que la noche comenzó a caer. Mimi se acercó para cerrar la puerta y trabarla con los muebles, como siempre hacían, pero al ver que Max seguía ahí, dio un suspiro pesado y se acercó un poco a ella.

-Pensé que ya te habías ido -dice un tanto apagada.

Max sólo giró un poco la cabeza en dirección contraria a la castaña, sin levantar el rostro. Mimi se quedó observándola unos segundos y luego se acercó más, se arrodilló, acomodó su cabello tras cierto nerviosismo y tomó aire para tratar de no decir cualquier cosa.

-Escucha, lamento haberte gritado. No ha sido culpa tuya... Nada de lo que ha pasado. Todo... -vuelve a tomar aire-, fue mi culpa. Tuviste razón, no quería que te alejaras, le tengo... un poco de temor... -baja la mirada y hace una pequeña pausa- No me gusta... no me llevo bien -se pone un tanto nerviosa, no le agradaba mucho admitir ciertas cosas de ella- No me agrada estar sola... -dice un tanto rápido, al igual que las siguientes dos palabras-, y terminé... generando un conflicto entre ambas. No te conozco, ni sé por qué haces algunas cosas, pero no soy quien para detener lo que deseas hacer.

Hubo un silencio de varios segundos, casi minuto, hasta que la castaña se puso de pie y caminó hasta la entrada con la mirada baja.

-¿Puedo entrar? -indaga Max, sin levantar el rostro aun.

Mimi se para en seco y gira el rostro para responderle.

-Ah... Claro. Ya está anocheciendo, no creo que sea buena idea que continúes de noche.

Max se puso de pie lentamente y con seriedad, ingresó. Así haya sido algo rápido, Mimi pudo notar los ojos hinchados de su compañera. La pelinegro dejó el bolso sobre la mesa que habían conseguido y se acercó al mueble que Mimi estaba empujando para sellar la entrada.

-Gracias -dice la castaña, la cual mira de reojo a Max, que se había quedado mirando hacia delante.

-Lamento... haberte gritado también...

-No te preocupes, te grité primero.

-Si... También me golpeaste primero. Dos veces -gira el rostro para mirarla y sonreírle.

-Iba a patearte también, pero ibas a recordarme con sólo esa cachetada -le devuelve la sonrisa.

-No ibas a patearme, te caigo demasiado bien para eso -se bufa, apoyando la cadera en el mueble.

-Jaja, Si, claro -la da un pequeño empujón y luego se gira para ir a encender la pequeña fogata, que usaban para cocinar.

Las dos se sentían un tanto tontas tras lo ocurrido en el día, pero no quitó el hecho de que había sido necesario.

Continuará. 

Al día siguiente, Mimi no pudo dormir bien, se levantó temprano a desayunar entre suspiros. Ordenó el lugar y cuando sintió que Max estaba levantándose, la miró de reojo sin dejar de hacer lo que hacía.

-Buenas -bosteza, refregándose los ojos con una mano para luego estirarse.

-Buenos días -responde sin mucho ánimo.

-Oye, ¿por qué ordenas tanto el lugar?, no es que me moleste. Sólo que-

-No debería interesarte igual -responde un tanto seria, su compañera se queda mirándola tras escuchar la respuesta- Lo siento... No he podido dormir bien.

-Me di cuenta... -se levanta lentamente- Necesito un baño -suspira.

-Y yo... pero creo que será algo imposible por el momento...

Max se quedó en silencio en el mismo lugar, luego se dirigió hasta su bolso, sacó unas galletas y se metió una a la boca. Mimi la observaba de reojo de vez en cuando, tenía una angustia que le estaba carcomiendo el pecho y aumentó cuando vio a su compañera caminar hasta la salida.

-¿Me ayudas a mover esto? -indaga Max, colocando el paquete de galletas en su bolsillo mientras masticaba aun una de ellas.

Mimi tragó saliva y luego asintió, fue la mejor manera de digerir lo que traía, aunque lo sentía atorado. Cuando liberaron la puerta de los muebles, la castaña se quedó dentro mientras la pelinegro salía para respirar un poco de aire.

-Ayer me dirigía a uno de los refugios del norte, sé que hay otro más seguro pero planeaba ir allí primero para buscar recursos -explica Max, luego se voltea a ver a su compañera- Puedo mostrarte donde es si quieres.

Mimi abrió los ojos, sorprendida ante el pedido de Max, sólo se quedó observándola.

-¿Todo bien? -indaga la otra, quien reaccionó ante la pregunta.

-Ah-si-yo... -responde rápidamente- Debería... debo ir por mis cosas -camina rápidamente y un tanto torpe hacia su bolso.

Max sonrió ante esa reacción y tomó asiento para esperarla.

Se pusieron en camino rápidamente y charlaron como normalmente lo hacían, sobre sus gustos y un tanto sobre el pasado, aunque mucho no tocaban ese tema.

-¿Le duelen sus pies, princesa? -indaga Max con sarcasmo.

-Hey... No soy una princesa y claro que me duelen, hemos caminado por horas -se apoya en un árbol para estirar sus piernas.

-Llegaremos al amanecer, deberíamos hacer una fogata cerca de las montañas, el bosque no es muy seguro.

Al llegar a las montañas, dejaron sus bolsos y comenzaron a juntar los elementos para el fuego; ya de noche y con la ayuda de la fogata que habían prendido, calentaron la sopa instantánea y se sentaron a comer.

-Si sigo comiendo así voy a volverme el espíritu de la golosina -suspira Mimi.

Max la mira de reojo y continúa tomando la sopa del recipiente.

-Creo que el espíritu de la golosina está más alimentado que tú en estos momentos.

-No puedo negártelo... -vuelve a suspirar.

-Deja de suspirar así, aprendí algunas recetas por internethace unos años, llegando al refugio puedo prepararte algún platillo.

-¡Oh cielos, ¿sabes cocinar?! -indaga la castaña con los ojos iluminados.

A su compañera le sorprende la reacción y frunce el ceño con una sonrisa, sentía que debía aprovechar ese momento.

-Sé hacer caldos, masitas dulces y la carne al horno me sale muy jugosa, siempre le coloco papas para hornearlas.

-Oh Dios -se lleva una mano a la frente- Moriré si no como algo de eso pronto -se acerca más a ella y le toma la mano- Por favor, haré lo que sea, pero debes prepararme algo de eso cuando tengamos la oportunidad -pide decidida.

-A-ah.... -se queda observándola sin saber qué responder- C-claro, sólo... -mira sus manos y la castaña la quita inmediatamente.

-Lo siento, olvidé que no te gusta ese tipo de... contactos -se separa- Esperaré por esa comida -le sonríe.

Max sólo asiente y gira el rostro para continuar con su sopa. Su compañera hizo lo mismo, estaba tratando de comprenderla, le costaba, pero lo intentaba.

Al amanecer se encaminaron de nuevo, pero se encontraron con el refugio totalmente destruido, la pelinegro no podía creerlo, era uno de los más seguros. Ingresaron y lograron ver a un pequeño grupo de personas que había sobrevivido.

-No tenemos idea cómo lograron explotar el gran portón -informa uno de los adultos- Estaba diseñado con un hierro de los mil diablos -se queja.

-Muchos niños murieron... -agrega un anciano con la mirada baja.

-Lamentamos todo esto... -dice la castaña.

Max sólo se dio la vuelta con el ceño fruncido y comenzó a dirigirse a la salida. Mimi la persiguió y detuvo, sujetándole el brazo, pero como la primera vez, la pelinegro se suelta enojada.

-¡Te he dicho...! -trata de guardarse las palabras y suspira, llevándose una mano a la frente- ¿Qué quieres?

-No podemos dejarlos así nomás... Tal vez podamos ayudarles en algo.

-Mimi, ¿sabes que quedarse aquí es un suicidio verdad? -se voltea para continuar- Haces lo mismo que la otra vez.

-No seas así -la persigue- Tal vez necesitaban ayuda con algo... o habían heridos, no hablaba de quedarnos.

-¿Quieres quedarte? No tengo ningún problema, el otro refugio está a varios días de aquí. Ni siquiera sé si llegaremos vivas.

-¿Por qué eres tan negativa y tediosa? Sólo trataba de darte alguna opinión sobre lo que vimos -dice Mimi, un tanto molesta.

-No necesito opiniones, necesito recursos, agua, medicinas y un lugar donde podamos instalarnos sin temerle a la radiación o los infestados. Y no soy negativa, soy realista -se gira para mirarla- Y si te resulto tediosa, no sé por qué me sigues siendo que hay varias personas que pueden hacerte compañía en esa ciudad -vuelve a encaminarse.

-Eso no es ser realista, es ser cobarde. Todo este tipo de "ayudar al débil" te molesta y nunca lo intentas.

-Hay cosas que no necesito intentar.

-¡Si lo necesitas! -alza la voz.

Max se paró en seco y giró el rostro sólo para mostrar la mirada llena de molestia que llevaba. Mimi también giró un poco la cabeza para esquivar eso, sólo apretó los dientes y no dijo nada más en todo el trayecto que hicieron hasta llegar a unas montañas.

-Tenemos raciones como para una semana...

-Nos la vamos a arreglar -responde seriamente.

-Ha... -suspira Mimi- Iré a dar una vuelta... -se pone de pie y camina hacia la arboleda.

Max se quedó mirándola por unos segundos y luego comenzó a preparar la fogata.

-Sé que andas por allí... La pregunta es, ¿desde cuándo necesito niñera? -indaga Mimi, mirando hacia una dirección, de la cual sale un hombre con una vestimenta militar azul.

-Después de lo que ocurrió en aquel hospital, el jefe no te quita la mirada de encima -responde el sujeto.

-El jefe es un pesado...

-Tiene razón; primero, la dejas escapar, luego, casi te matan unos infestados ¿Acaso juegas con el sector nueve? Van a castigarte si sigues así.

Mimi sólo suspira y gira el rostro con molestia.

-Esta noche, los soldados se encargarán de todo, ya hiciste tu parte Mérida, sólo ve al jeep y espera nuevas órdenes.

-Ese no fue el trato -frunce el ceño.

-El trato, era que harías el trabajo de tal manera que ella aceptara donar su sangre sin necesidad de obligarla, la dejamos en tus manos porque tú eres su encargada y su pareja, pero lo único que has estado haciendo todos estos días es dejarla que escape cuando se le antoje. Ni siquiera le has intentado decir la verdad -explica furioso.

-¿Cómo rayos quieres que haga eso en meses? ¿Sabes lo difícil que es intentar que confíe en mí después de todo lo que pasó? Si el sector nueve no confía en mí, entonces ese no es mi problema.

-Mérida, por favor, todo se está yendo fuera de nuestro alcance, ya no es hacer las cosas por las buenas. El gobierno del sector te aprecia como doctora de tu proyecto, pero si no muestras avances, ya no te darán oportunidades de llevar esto con más calma -intenta razonar con ella entre suspiros.

-Nada de Mérida, ¿ok? Sólo... Mimi -se lleva una mano a la frente- Cambiemos de tema... dime como sigue la situación.

-Mal. Horrible. No sé si has notado que ya hay revelados, no sólo infestados. Criminales que atacan ciudades para obtener medicamentos y provisiones. Los refugios ya no son respetados y los sectores bajos no ayudan, esconden algo y no sabemos qué. La sangre de los donadores BA están débiles. Y los dos BM ya no quieren saber nada con las donaciones... Uno fue asesinado por el sector en el que estaba. Si no haces las cosas rápido, todo va a ir a peor.

Mimi dio un suspiro pesado y una voz la obligó a girar el rostro.

-¡Mimi, ¿todo bien?! -la llama su compañera no muy lejos de ahí.

La castaña gira el rostro para mirar al otro, pero éste ya había desaparecido.

-Oye, yo sé que soy algo fría con todo esto y eso te molesta, pero si vas a deambular sola por el bosque, al menos lleva un arma -la observa un tanto atenta al ver que Mimi parecía estar perdida en sus pensamientos, la miraba con algo de nerviosismo- ¿Todo bien...?

-Ah... si -titubea- Sólo quería aire del bosque.

-¿El aire de montaña no te gusta?

-No tanto como el de bosque.

-Es más seguro el de montaña.

-En el bosque puedes escabullirte, en la montaña estás muy visible.

-Ok -se cruza de brazos- ¿Quieres que alce la fogata y la traiga al seguro y atractivo bosque? -indaga con ironía.

-No Max... -suspira y camina en dirección a la fogata.

La pelinegro no dice nada, sólo la sigue en silencio hasta llegar y tomar asiento nuevamente.

-La sopa ya está lista, ¿quieres algo de pan? -pregunta Max sin mirarla.

-Claro... Am... -parecía intentar decir algo pero se detuvo.

Max se quedó observándola unos segundos, sirvió la sopa en un tazón y se lo pasó.

-Si quieres hablar de algo hazlo.

Mimi se quedó mirando el tazón sin responderle, luego de un rato, intentó modular bien lo que quería decir.

-¿Conociste a tus padres?

Max la miró de reojo y luego se quedó mirando la fogata.

-Te dije que no recuerdo mucho de mí pasado. No es algo de lo que me guste hablar.

-Sí, lo sé. Pero si algo que quieras compartirme... sabes que puedes hacerlo.

Max ríe un poco y Mimi frunce el ceño.

-Lo digo enserio...

-Mimi, he aceptado el viajar contigo, pero quiero que tengas esto en claro. Nunca, y cuando digo nunca es nunca -repite un tanto seria-, voy a confiar en ti. Ni en nadie.

-No digas eso... Siempre puedes confiar en alguien.

-Sí, claro -responde con sarcasmo y da un sorbo a la sopa.

-Max... ¿Si yo te contara sobre mí, confiarías más?

-No, sólo dejaría que hables acerca de tus tragedias o cómo llegaste a ser doctora para luego felicitarte por tus hazañas y seguir con mis propósitos -se pone de pie y deja el tazón en el suelo.

-Yo sé que has pasado por cosas difíciles, pero no es motivo de-

-¡No sabes nada de mí! -alza la voz, enojada.

Mimi se queda observándola con angustia, tragaba saliva de vez en cuando, no podía responder nada, se paralizó ante esas palabras; era verdad y a la vez no, pero no pudo justificarlo. Los ojos de la castaña se agrandaron más al ver cómo un pequeño dardo era clavado en el hombro de su compañera, la cual se lo quitó inmediatamente pero otro le dio en la espalda.

-¡No, ¿qué hacen?! -intenta cubrirla al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

-¡Lancen! -avisa uno de los soldados.

Unas cuerdas fueron lazadas hacia los brazos y piernas de Max, tirándola al suelo.

-Lo sentimos, el superior ya no quiere seguir con el trato -se acerca el "compañero" de Mimi, intentando alejarla.

-¡No es justo, ella es mí responsabilidad, lo que hacen es totalmente injusto! -se queja Mimi, zafándose del guardia para intentar ayudar a Max, quien intentaba escapar a la fuerza, pero el sedante comenzaba a hacer efecto, aunque clavó la mirada en la castaña al escuchar lo que decían.

-Tu... -aprieta la mandíbula- Dime que no eres parte de todo esto...

-No es lo que quería... no debía ser así... -intenta explicarle, pero su compañera la miró con odio.

-¡¡Me has estado engañando!! ¡¿Esta era la maldita confianza que querías?! -le grita y se agita entre las cueras.

La castaña no pudo responder nada, la angustia la estaba carcomiendo por dentro.

-Señor, los niveles de BM están aumentando -avisa otro de los guardias.

Max comenzó a gritar de ira, mientras los hombres preparaban más dardos, pero los gritos de la pelinegro pasaron a ser rugidos; su cabello comenzó a crecer y sus ojos tomaron un color rojo luminoso, se quedó clavado en Mimi.

-¡¡Mentirosa!! -rugió y su cuerpo cambió drásticamente por el de una bestia con enormes garras y colmillos, se lanzó a atacar a los guardias, quienes intentaron defenderse pero el animal tenía una fuerza destructiva.

-¡Max no hagas esto, por favor! -pide desesperada, sus ojos estaban cristalinos.

La bestia se giró para clavar su terrorífica mirada en Mimi durante unos segundos, luego se lanzó con rapidez hacia ella, sus rugidos hicieron que las piernas de la castaña temblaran y paralizaran, no podía moverse, todo en su cabeza era un huracán de pensamientos.

Otro dardo fue a parar al hombro de la criatura, luego fueron varios. El ser ya no podía correr, caminaba hasta Mimi, dio unos cuantos pasos y luego cayó al suelo, sin dejar de mirar con enfado a su compañera. Ninguna dijo nada, la castaña sólo dejó caer una lágrima y Max volvió a su forma humana, quedándose dormida. Los guardias se acercaron y la ataron con fuerza para luego llevarla a un camión.

-Lo siento Mérida... Sé lo mucho que lo intentaste-

-¡Lárgate Lucas, sólo lárgate! -grita Mimi, apoyándose en uno de los árboles.

-Tu Jeep está al norte, el jefe te estará esperando para nuevas instrucciones -suspira y se retira con seriedad.

La devastada chica se dejó caer al suelo para llorar en silencio, dejando escapar su bronca en ese lamento.

Continuará.    

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