Plaga de invierno (Yuri) -parte 1

En el año 2025, el planeta fue envuelto por un extraño virus que nunca pudo detenerse. Acabó con más del setenta por ciento de la población y sólo aquellos inmunes a este, sobrevivieron. Pero otro gran problema se hizo presente para aquellos que intentaban renovar sus vidas; las guerras nucleares provocaron una terrible falla en el ecosistema, la naturaleza comenzó a morir y sólo quedaban pocos sitios donde el aire aún era sano. Por desgracia, mucha gente era egoísta y buscaban apoderarse de todos esos lugares. Sacrificaron niños, mujeres y familias que se oponían a ello, descuidando que la radiación había producido cambios bruscos en algunas personas y animales, volviéndolos salvajes e irreconocibles.
Género: Drama, Yuri, Suspenso, Apocalíptico. (Puede contener vocabulario violento y escenas para adulto) 

En el 2017, estados unidos encontró a seis misteriosos niños que habían sobrevivido al bosque desde su nacimiento. No se logró localizar a sus padres y fueron enviados a un hospital, donde cuidaban niños perdidos. Con el tiempo, estos pequeños demostraron ser muy diferentes a otros chicos de su edad, tanto en fuerza, como en sus costumbres, al inicio se pensó que podía deberse a la crianza en el bosque, pero un doctor que estuvo estudiándolos encontró un gen particular que llevó a tomar a todos esos niños para ser trasladados a un centro de estudios: estaban genéticamente conectados con los lobos.

Uno de los científicos, Adam Glyn, estuvo en desacuerdo con el estudio de los niños, formó manifestaciones y grupos en contra. Pero durante los estudios, en el 2018, uno de los pequeños logró transformarse en algo que dejó a todos los científicos boca abierta: un pequeño hombre lobo, en realidad... medía un metro más que el niño. Para callar a Adam, los que estudiaban a los niños mostraron a las personas el ataque que había sufrido uno de los doctores por el extraño canino; la gente, aterrada a lo desconocido y a que tanto podían llegar las criaturas que habían traído, decidieron callar y hacerse un lado. Adam no pudo hacer más, era vigilado las veinticuatro horas del día.

En el 2019 una extraña enfermedad comenzó a expedirse por el sur de américa, llevándose vidas consigo. A los pocos meses, ya se habíapropagado por casi todo el mundo. Muchas personas comenzaron a vivir dentro de sus casas, debido a que el virus era muy peligroso. En el sector donde se estudiaba a los niños, desesperados por respuestas, se los dejó expuestos al exterior, encerrados con vallas eléctricas; uno de ellos murió al hacer contacto tras querer escapar, pero fue el "ejemplo" para que los demás no hiciesen lo mismo. Los dejaron una semana completa, eran alimentados y vigilados por cámaras. Así mismo, cuando los hicieron ingresar, ninguno había sido afectado por el virus, lo que conllevó a que ellos podían tener la cura o alguna especie de barrera que podía lidiar contra el virus. A cada doctor de alto rango se le asignó un niño, para ser estudiado a fondo y de maneras diferentes. A Adam se le designó una niña, la más joven del grupo a la cual nombró Max, era la única que, a pesar de haber sido sometida al dolor, no logró transformarse en lo mismo que sus hermanos; era muy callada y la más débil del grupo, no presentaba una fuerza como la de los otros, pero llevaba la misma sangre, por lo cual no podía desecharse. Todos los niños eran encerrados en cúpulas individuales cuando los estudios finalizaban, dentro de las cúpulas, se les colocaba animales vivos, vegetación y agua; como una pequeña representación de lo que una vez había sido su hábitat, pero muy reducida en tamaño, algo así como una jaula gigante de zoológico.

-Max -llamó Adam, ingresando a la cúpula con unos dulces, pero por más que intentaba tener una comunicación con ella, nunca se acercaba, sólo lo observaba desde los arbustos. Suspiró y adentró para dejar los dulces donde siempre los colocaba.

-¿Papá? -preguntó una pequeña, ingresando al sitio, pero su padre no la escuchó.

La niña de cabello castaño comenzó a caminar en dirección opuesta a él, ayudándose con un palo, dando pequeños toques en el aire y el suelo. Adam no logró ver lo que había sucedido y cerró el domo.

-¿Papá? -volvió a preguntar, un tanto más fuerte, dado que los olores que la rodeaban eran muy diferentes a lugar que estaba acostumbrada a rondar.

La niña salvaje no tardó en aprovechar la oportunidad, el humano que había ingresado no llevaba armas y se veía totalmente vulnerable; por lo que corrió sobre sus cuatro extremidades a gran velocidad para atacarla, pero la niña sintió los pasos y se volteó asustada tras sentir malas vibras y un escalofrío que le recorrió toda la espalda. Max se quedó frente a ella, observándola con curiosidad, los ojos grises de la desconocida llamaron su total atención, dejándola inmóvil, al igual que la otra, que no podía entablar palabra al no saber qué era lo que tenía enfrente, olfateándola y rodeándola con los pasos que daba para estudiarla. La castaña tomó asiento y dejó el palo a un lado.

-¿Eres... una niña? -indaga un tanto confundida.

La muchacha de cabello negro no contestó nada, pero le había llamado mucho la atención de ese ser de estatura baja y ojos grises que había ingresado.

-¿Eres como yo? -pregunta Max- Hueles raro -se rasca la nariz con su brazo y se tira al suelo, tomando el palo para morderlo.

-Ah- n-no, no te lleves eso -estira sus manos- Lo necesito.

Max no comprendía a qué se refería pero lo arrojó a los pies de su acompañante.

-¿No juegas con eso? -le señala el palo.

-N-no... Lo uso para guiarme -toma el palo y lo coloca a un lado.

La pelinegro la mira confundida ante las respuestas y luego da un salto para ponerse en posición de juego, como un perro.

-¿Quieres jugar? -la empuja y ríe un poco.

-N-no sé jugar a eso -intenta volver a pararse, pero Max le jalaba la ropa con sus dientes, la soltaba, corría a su alrededor y volvía a empujarla- Oye, de verdad no sé jugar a esto -dice un tanto perdida tras no comprender el comportamiento de la otra niña.

-¡Mérida! -grita Adam a lo lejos, cuando logra visualizarla comienza a correr hacia ella.

Max salió corriendo a toda velocidad para esconderse en los arbustos nuevamente.

-Mérida, cielo, ¿qué te hizo? -la ayuda a levantarse.

-Estoy bien papá, la niña quería jugar pero yo no sé cómo hacerlo -se queda de pie mientras su padre le sacude la tierra.

-¿Jugar? -pregunta sin entender- No creo que haya querido jugar -la jala de la mano para salir del lugar.

Adam llevó a su hija a la clínica, pero no tenía heridas ni signos de violencia, sólo unos pequeños raspones. No podía entender por qué Max no la había atacado, luego de los estudios que se les había hecho a los niños del bosque, se volvieron muy agresivos, aunque también le temían a las personas, sólo eran peligrosos cuando se transformaban. Él no los odiaba, pero sabía que debía tener cuidado, aunque su hija le había demostrado algo que él había intentado hacer bastante: tener contacto con Max.

-¿Cuándo voy a poder jugar con la nena lobo otra vez? -pregunta la castaña.

Su padre le había contado que esos niños eran diferentes, por eso debían vivir ahí, en su hábitat, no los podían liberar porque el virus podía ser dañino y los cuidaban en esas cúpulas, el decidió cuidar de Max, y la estudiaba para saber más de ella.

-¿Estás segura de que quería jugar contigo? -se saca los lentes y los deja sobre la mesa.

-Sí, quiero jugar con ella papá. Déjame... aquí es aburrido -le pide.

Adam pensó que su hija era la única que había logrado sociabilizar con ella, a la única que aceptaba, por lo que quiso tomar esa ruta para demostrarle a la gente, que esos niños no eran violentos.

Cuando Mérida ingresó a la cúpula, su padre cerró la puerta y sacó su computadora portátil para ver las cámaras, aun no confiaba del todo en que algo podía salir mal, debía estar alerta. Su corazón casi se le sale por la garganta al ver que Max venía corriendo detrás de su hija, empujándola y tirándola al suelo, le agarraba la ropa con los dientes y la jalaba con fuerza, estaba por ingresar a ayudarla pero Mérida estaba riendo.

-Yaaa, te dije que no sé jugar a eso -ríe y mueve el palo de un lado a otro para intentar darle a su "atacante".

-Puedo enseñarte -le sonríe y corre a su alrededor, luego se sienta a su lado- ¿Qué te hicieron? ¿Por qué te llevó ese humano? ¿Te pincharon? -la olfatea.

-¿Eh? Sólo una vez, pero era para prevenir alguna infección -le responde, intentando ponerse de pie.

-Mmh... Yo no les creo. Los hombre aguja son malvados -se tira al suelo.

-¿Hombre aguja?

-Ya sabes, los que te quitan sangre y te hacen doler.

-¡Oh! ¿Te refieres a los médicos?

-¿Cómo sabes sus verdaderos nombres? -la mira extraña.

-Así les llaman, creo -se lleva un dedo a la barbilla.

-Mm...

Adam se dio cuenta que su hija no era vista como una amenaza por Max, y que tal vez pensaba que era como ella. Dejó que la amistad entre ellas creciera pero nunca logró acercarse a la pelinegro y le prohibió a Mérida, decirle a su amiga que él era su padre.

En el 2024, la población mundial se había reducido bastante a causa del virus, los experimentos que pudieron hacer con los niños salvajes en esos años sólo llevó a la conclusión de que no podían salvar a muchas personas, necesitaban más de ellos. Por lo que sólo se los mantuvo escondidos en el sector para nuevos estudios. Mérida, ya con dieciséis años de edad, logró entrar a un colegio especial, donde le aportaban conocimientos acerca de lo científico, aunque gran parte de lo que ella conocía, fue por parte de su padre. Otras, disgustos y cosas que prefirió no reconocer.

-¿Por qué siguen usando a los hermanos de Max para esos estudios? Deberían dejarlos tranquilos -dice disgustada, tomando un vaso de yogurt.

-Yo no puedo hacer nada Mérida... Son sus decisiones -informa, mientras escribía sus nuevos reportes.

Su hija giró la cabeza ante las mismas respuestas de su padre y se encaminó a la cúpula, hacía mucho que no veía a su amiga por los estudios, unos cuantos meses. Abrió el domo e ingresó, guiándose con el bastón. Su amiga solía recibirla apenas entraba, pero esta vez no fue así.

-¿Max? -la llama, intentando sentir sus pasos, ingresando a la parte donde habían algunos árboles- Ya te escuché... no eres buena en eso y lo sabes -se gira y le sonríe.

La pelinegro estaba detrás de ella con los brazos levantados, a punto de querer darle un buen susto.

-Tú no eres normal, ¿cómo rayos me escuchas? -le da un pequeño empujón.

-Eres una chica lobo y me vienes a decir eso -sonríe un poco, aunque con algo de angustia.

-Pensé que te habían hecho algo malo, ya sabes...

-Sí, si... Pero estoy bien, estuve... estudiando y averiguando cosas -toma asiento.

-¿Te dejan averiguar cosas? ¿No tienes miedo de que te hagan daño?

-No...

Al notar que su amiga no parecía a gusto con la charla, intentó cambiarla.

-¿Quieres jugar?

-No... Amm... Max... Debo hablar contigo... -intenta formular bien sus palabras.

La pelinegro se sentó a su lado, para escuchar atentamente lo que tenían para decirle, aunque le resultaba extraña la manera en la que su compañera se comportaba.

-Necesito que sepas algo, no quiero que seamos amigas de esta manera...

-¿Te molesta ser mi amiga?

-No es eso... Es sólo que... yo no soy como tú crees.

Max la mira aun sin tender nada.

-No soy como tú... Tal vez... de niñas lo sentías así, pero nunca fui como tú. Creo... que es una realidad que creaste para poder tener... a alguien con quien jugar...

-No me gusta este juego -la observa un tanto asustada y se aleja un poco.

-No es un juego... No estoy contándote historias ni nada así. No soy una niña perdida... no soy una de tus hermanos...

-Para... -le frunce el ceño.

-Soy una humana... como los hombre aguja... -dice angustiada.

Max no podía decir nada, sólo se alejó un poco y le frunció el ceño. Mérida trató de seguir hablando, pero su amiga lo hizo antes.

-Me engañaste...

-No... Max...

-No sólo eso... ¡Estuviste estudiándome! -alza la voz, furiosa.

-No... Mi amistad hacia a ti nunca ha sido con esa intensión.

-¡Mentira! -la empuja con fuerza- ¡Algo tramas, todos los humanos son así! -le gruñe.

-M-Max... no... quería ser tu amiga... de verdad, créeme -busca su palo, para intentar ponerse de pie, pero su acompañante se tiró sobre ella entre gruñidos, mordiéndole el brazo y otras partes del cuerpo.

-¿¡Qué quieres de mí!? -continúa atacándola.

Mérida no podía responder ante el impacto del momento, sólo buscaba su palo con desesperación hasta dar con él y lograr darle en la cabeza a su atacante para luego ponerse de pie y salir corriendo; sin darse cuenta que iba en dirección contraria a la puerta de salida; estaba perdida y se chocaba con casi todo lo que había delante de ella, hasta que Max volvió a tirarse bruscamente encima, derribándola y mordiéndola.

-¿¡Qué pretendías!? -dice furiosa, dándole una grave mordida en el brazo, provocando un grito de agonía por el dolor, la sangre que caía por su codo y muñeca detuvieron a Max por unos momentos.

-¡No pretendía nada! -avisa adolorida, con el brazo herida delante de ella, para cubrirse el rostro; estaba asustada y todo su cuerpo temblaba- ¡Ni siquiera puedo ver hacia donde voy! -avisa, el labio superior le temblaba- Estoy perdida... ¡¿Cómo puedo traicionarte si ni siquiera sé quién soy yo?!-grita aterrada, aunque su voz estaba cargada de amargura.

Max se quedó observándola, su respiración era agitada y su bronca se fue desvaneciendo, pero al escuchar un disparo cerca de ella, giró el rostro en alerta.

-¡Aléjate de mi hija, maldita seas! -grita Adam, acercándose y apuntándole con el arma.

La chica salió corriendo con velocidad para esconderse entre los arbustos.

-No la dañes... No tuvo la culpa -pide Mérida con los ojos llorosos, quería mantenerse fuerte pero le estaba costando y el dolor de brazo era muy fuerte.

-Te sacaré de aquí, nunca debí confiar en ella...-la toma en brazos para dirigirse a la salida.

-No ha sido su culpa... Yo le dije la verdad... No la sacrifiques papá... por favor...

-Lo pensaré... -frunce el ceño, gira el rostro para ver de reojo hacia atrás y luego vuelve a encaminarse hacia la salida.

Pasaron varios días desde lo ocurrido, Mérida no asistió a sus clases y se quedaba en la habitación. Su padre intentó que saliera pero por más que lo intentaba, no lograba convencerla; estaba furioso con la chica lobo, era un reglamento muy firme, si atacaban, debían ser sacrificados, pero por su hija... no lo hizo.

Llegado los tres meses , Adam vio a Max acercarse a la puerta del domo, no le prestó mucha atención y continuó con sus proyectos, pero cuando la chica tocó la puerta del lugar, este se quedó mirando la cámara. No entendía el comportamiento, tal vez sentía curiosidad, pero Max no se quitó de la puerta en todo el día, de vez en cuando volvía a tocarla, como si llamara para que le abriesen. Adam suspiró, tomó su arma y caminó hasta la puerta de la cúpula para abrirla, la chica dio unos cuantos pasos hacia atrás pero no se alejó de él, sólo se quedó mirando el arma.

-¿Qué haces? -pregunta el hombre, con el ceño fruncido- Vuelve al centro del domo, es molesto que toques la puerta de esa manera.

Se quedó mirándola por unos momentos hasta que se cansó y volteó para salir y cerrar el lugar, pero las palabras de la pelinegro lo detuvieron.

-Quiero... verla...

Adam se gira y levanta una ceja.

-Quiero ver... a Mérida... Yo... necesito hablar con ella -dice casi en voz baja, sin acercarse.

-Ni lo pienses... -frunce el ceño- Tienes prohibido ver a mi hija después de lo que le hiciste.

-Yo... quiero hablar con ella... Por favor... -vuelve a pedir, el ver que el hombre se alejaba la hacía acercarse más a él.

-Vuelve al centro del domo Max... No volverás a verla, nunca más -la mira fijamente.

-Por favor... Yo... -junta las manos, estaba nerviosa y algo asustada- No quise atacarla... estaba enojada... ella me mintió, ustedes... nos hacen daño... yo... pensé que ella estaba buscando... mi debilidad.

Adam giró el rostro, no quería escucharla, pero sabía, en el fondo, que no podía negar que Max le tenía odio a las personas, sabía las cosas que le habían hecho.

-Me equivoqué... Por favor... no volveré a lastimarla... -pide, acercándose más a él.

Adam le frunció el ceño y levantó la mano con la que sostenía la pistola para golpearle la cabeza; Max agachó un poco el cuerpo, ante eso, no pudo golpearla, bajó el brazo lentamente y suspiró.

-Te daré una última oportunidad... Te dejaré verla... pero con una condición -guarda el arma.

La chica se queda mirándolo.

-Prométeme que no volverás a herirla... que cuidarás de ella... y que antes de hacer algo estúpido como lo que hiciste, la escucharás...

Max tardó en responder, pero quería verla a toda costa.

-Está bien...

Adam volvió a dar un suspiro pesado y la dejó ingresar dentro, cerrando la puerta y guiándola a la habitación de su hija; Max no podía evitar analizar el lugar por donde caminaba, todo le llamaba la atención. Cuando llegaron al cuarto, tocó la puerta.

-Alguien quiere verte... -avisa.

-No quiero ver a nadie... te lo repetí muchas veces papá... -avisa un tanto enojada.

Pero su padre abrió la puerta igual.

-¡Oye! -se queja, frunciéndole el ceño y dejando un pequeño aparato con botones sobre la cama.

-No creo que te moleste esta visita -avisa.

La pelinegro entra casi corriendo a la habitación con una sonrisa de oreja a oreja, tirándose sobre la cama para luego tirarse en el regazo de la castaña, moviendo la cabeza sobre su estómago como un cachorro feliz. Mérida no puede evitar colocar su rostro de asombro ante lo ocurrido.

-¿Q-qué... haces aquí? -le acaricia el cabello.

La chica no respondió nada hasta que Adam cerró la puerta, aunque se quedó allí con el arma en la mano, sabía que su hija estaba pasando por un momento crítico; no comía mucho, no salía y no tenía interés en nada, lo único que le quedaba probar... era esto. La pelinegro levantó el rostro y bajó la mirada, tomando asiento en la cama.

-No me gusta cuando no estás... quiero jugar contigo... -dice un tanto triste.

La castaña sonrió y suspiró ante esas palabras, sin dejar de acariciarle el cabello.

-Está bien... Voy a jugar contigo otra vez... Pero debemos pedirnos perdón mutuamente.

-¿Perdón, qué es eso? -levanta una ceja.

-Pedir perdón es una manera de decir que lamentas lo que hiciste, para tratar de no volver a cometerlo.

Max se queda mirándola por unos segundos y al caer ante lo que significada se tiró sobre la castaña para abrazarla.

-Perdón, perdón, perdón perdoooname -pide, frotando su rostro en el hombro de su amiga.

-Ya, ya. Te perdono -ríe ante las cosquillas que le producían los movimientos de Max, luego la aleja un poco y le acomoda el cabello- Yo también, te pido perdón... Por no decirte la verdad antes.

-Ya no importa, ya entendí por qué no me lo decías. Estabas asustada, como yo, ¿no? -sonríe.

-Si... bastante. Mi padre me contó lo que le han hecho y hacían a tus hermanos... y a ti... No quería que sintieses que yo-

-No lo eres -se acerca a su rostro- No eres para nada igual a ellos.

Mérida no podía verla, pero si sentir la respiración de su amiga muy cerca de ella, lo que la llevó a sonrojarse y girar un poco el rostro. Max era muy cariñosa con ella y juguetona, el acercar el rostro no era raro, sólo un símbolo de confianza.

-No más secretos... Ni desconfianza... ¿Si, Max?

-Entonces... ¿Puedes dejar de llamarme así...?

La castaña se queda atenta ante esas palabras.

-Mi nombre, no es Max, es Noah -vuelve a sonreírle- Mi mamá me lo puso al nacer, decía que era muy callada pero me las arreglaba para conseguir comida -ríe un poco- Aunque... también era la más débil...

-Noah... -pronuncia la castaña en voz baja- Pues me diste una paliza, no eres nada débil.

-Puede ser... Aunque no me gustó lo que sentí después de morderte...

-Ya... no pienses en eso, ¿amigas? -busca las manos de su compañera para tomarlas con las suyas.

-Amigas -le sonríe.

Se quedaron charlando hasta tarde, cuando la castaña cenó junto a su amiga, lo cual fue gratificante volver a ver ese apetito en su hija, hasta que se quedó dormida; la pelinegro se levantó lentamente y salió por la puerta.

-¿A dónde vas? -indaga Adam.

-Ah... -se gira un tanto sorprendida- Necesito... volver al domo... -cierra un poco las piernas.

-Ha... Eso te pasa por beber tanta agua -se acerca a ella- Ven...

Mientras iba guiándola, Noah no pudo evitar preguntarle algo que rondaba por su cabeza hace mucho.

-¿Por qué Mérida no puede ver? -se detiene en la puerta del domo.

La pregunta dejó un tanto perdido a Adam, pero no le negó el responderle.

-Nació así...

-¿Y no puede volver a ver, nunca más?

-No lo sé... Supongo que no. No hay cura.

Noah bajó la mirada, se quedó así unos segundos, hasta poder formar la oración que buscaba.

-Ustedes quieren nuestra sangre porque es valiosa, siempre lo dice... ¿Yo no puedo ayudar a que ella vea otra vez?

Adam se quedó perplejo ante esas palabras, pensándolas bien, con detenimiento.

-Parablemente sí... -responde con seriedad.

-Si hay una probabilidad, dejaré que lo intente.

-¿Estás dándome permiso para usar tu sangre?

-Para ella... si. Sólo para ella...

Y así fue, al día siguiente, Adam le extrajo sangre a Noah para hacer pruebas y estudios, notó que la córnea iba mejorando, los tejidos realmente se iban regenerando, a paso lento, pero sucedía. Con cada día que se podía hacer una extracción, sin mucha ciencia, la sangre actuaba como un regenerador de tejidos muertos. Al principio lo hizo lento, ya que corría el riesgo de que algo malo le pasara a su hija con ese tipo desconocido de sangre, pero no fue así. A las dos semanas, Adam llevó a Mérida al domo, para quitarle el vendaje de los ojos cruzó los dedos y la reacción de la chica al ver los primeros colores fue gratificante.

-Es... -intenta entablar alguna palabra, pero al ver a una chica no muy lejos de ella, no pudo evitar acercársele.

-¿Puedes verme? -le pregunta la pelinegro, la cara de su amiga no tenía precio alguna ante todo lo que sus ojos captaban.

-Te ves... muy parecida a cómo lo imaginaba -le sonríe y una lágrima cae por sus ojos, acercándose para darle un fuerte abrazo.

-¿Tú... me imaginabas?

-Siempre... Y los colores... -mira al centro del domo, maravillada por el verde de los árboles y la luz que alcanzaba a pasar por el vidrio superior.

-Mérida... -se aparta de ella un tanto extraña, llevándose una mano a la frente.

-¿Noah...? Estás pálida... -dice preocupada- ¡Papá! -lo llama.

Su padre corrió a ellas al ver que algo no iba bien, pero Noah se desplomó en el suelo y tuvieron que llevarla a la sala que Adam tenía para atender a sus pacientes. La pelinegro no despertó en todo el día, ni al anochecer. Mérida se quedó con ella todo el tiempo, estaba preocupada, los signos vitales de su amiga habían bajado de manera preocupante, no entendían la razón... Al amanecer, Noah despertó y tomó asiento, la castaña no tardó en abrir los ojos al sentir que había despertado.

-Noah, ¿Cómo te sientes? -pregunta preocupada.

Su amiga no le respondía, sólo se quedaba mirando los alrededores, hasta girar el rostro en dirección a ella, con la mirada un tanto perdida, como forzada.

-Mérida... veo... muy borroso... A penas... logro ver tu silueta... -avisa, frotándose los ojos ante la sensación.

Su amiga tragó saliva y sin poder responder nada, una angustia helada le recorrió todo el cuerpo.

La visión de Noah, desde ese día, se vio muy reducida, al igual que su fuerza.

Continuará.  

Capítulo 5: Lobos y humanos, caminos separados - Parte 2


-¿Sigues enojada con tu padre? -pregunta la pelinegro, acercándose a la castaña, que se encontraba practicando con su libro sobre la lectura.

-Algo...

-Lo que pasó no fue su culpa, ya lo dije, yo se lo pedí.

-Lo sé... Por eso aún al menos le hablo -responde un tanto molesta.

-También ha empezado a dejar la puerta del domo abierta, y eso que suele irse a menudo -acerca una de las sillas y se sienta a su lado- Creo que se siente culpable y trata de darme el mejor trato posible, no es tan malo como pensé.

Mérida suspira y se voltea para ver a su amiga.

-Mi padre nunca fue malo, él quería detener lo que los científicos le hacían a tus hermanos. Pero todos se pusieron en su contra.

-¿Te enojaste cuando no pudo hacer nada más?

-No era con él... Aunque admito que si le discutía... Creo que me desquitaba de esa manera al ver que no podía hacer nada por tu familia, eras mi amiga... -baja la mirada.

-Ya veo...

No compartieron muchas palabras luego de eso, Noah se quedó haciéndole compañía y durante un tiempo, comenzó a pasar más tiempo en el sector de Adam, que el domo.A veces los inspectores pasaban por el pequeño sector que correspondía al padre de Mérida, la loba tenía que ir a su lugar, si la veían haciendo amistad con ellos, seguramente todo iba a irse por la borda. Por más que el secreto estaba escondido, las cosas fueron a peor; unos terroristas bombardearon el lugar, la mayoría que lograba sobrevivir eran afectados por el virus y quedaban inconscientes. Uno de los sectores de mayor categoría terminó traicionándolos, luego de ayudarlos contra el ataque terrorista, se llevaron los lobos y varios estudios, dejando al sector seis sin ningún apoyo médico. Adam cerró el domo con ambas chicas dentro al escuchar la explosión, todo se derribó y el hermoso cielo que se veía desde arriba, sobre el grueso cristal, fue tapado por escombros y tierra; dejando solo un pequeño rayo de luz.

Adam no logró sobrevivir, el virus lo fue destruyendo hasta transformarlo en un monstruo, tomó un aspecto muy horrible, su mandíbula se alargó, sus dientes crecieron en punta, sus uñas se volvieron garras largas; rojas y filosas, mientras su cuerpo, se alargó y desfiguró. Noah trataba de ayudar a Mérida con lo que pasaba pero le costaba mucho. Los animales pequeños que antes arrojaban al domo se fueron acumulando por lo que la loba ya no los cazaba, pero este momento y por cómo pasaban los días, tuvo que hacerlo. El agua del pozo era potable pero también podía agotarse y la depresión de su amiga la llevó a pasar la mayor parte de los días sentada a su lado, sin decir mucho. Hasta que un día habló, pero no era lo que quería escuchar exactamente.

-Deberías irte Noah...

La pelinegro levantó un poco el rostro y se quedó mirándola.

-Eres inmune al virus... Y sé que serás capaz de sobrevivir afuera, eres fuerte...

Noah sólo bajó la mirada y volvió a acomodarse cerca del brazo de su amiga, mostrando desinterés en lo que le proponían.

-No seas idiota... -susurra Mérida y luego vuelve a apoyar la frente entre sus rodillas.

Adam golpeaba la puerta y la arañaba con sus garras, lo que era una tortura para su hija, pero la castaña no era tonta... sabía que ese ya no era su padre, pero si sentía que no iba a sobrevivir. Al anochecer, mientras descansaban cerca de una fogata, Mérida decidió hablar algo más coherente.

-Mira Noah... Yo sé que tratas de que sobrevivamos juntas, pero el alimento no es eterno, ni el agua y afuera moriré... Yo puedo abrir la puerta y distraer a mi padre para que corras. Tienes toda una vida por delante, ¿puedes entender eso?

Su amiga se encontraba calentando un poco de carne, no quedaba mucho ya, por lo que comían en raciones pequeñas. Noah escuchó con atención, pero nuevamente se negó a algo así.

-Estás siendo egoísta Noah... -baja la mirada. No tenía fuerzas para discutirle.

-Puede que si -se sienta a su lado- Pero así soy y así me siento, no voy a dejarte sola porque no puedo hacerlo ni quiero, no puedo ir en contra de lo que es más fuerte dentro de mí, ¿tú puedes entender eso?

Mérida simplemente se quedó un tanto sin palabras, sólo no pudo dejar de mirarla hasta darse cuenta de que se sentía un tanto caliente y giró el rostro.

-Trataré de hacerlo... -respondió simplemente.

Mérida comenzó a usar los días para verificar el lugar y ver si había alguna forma de salir, pero no había caso, aunque la encontrara, el virus sería fatal para su organismo.

Al día siguiente, un fuerte sonido las despertó, su padre -infestado- había logrado entrar después de tantos golpes e intentos; Noah intentó defender a su amiga lo más que pudo pero la fuerza de aquel ser era mayor que la suya. Fue difícil, pero Mérida ya sabía que ese no era su padre, por lo que dispararle no fue algo que tuvo que pensar tanto para salvar a la loba. Los problemas fueron a peor, cuando salieron del domo, la castaña comenzó a tener fiebre y convulsiones. Noah estaba perdida... por más que tenía las cosas necesarias para atender a su amiga, ella no sabía nada de enfermería, por lo que optó en una solución descabellada. Tomó un bisturí e hizo un corte lineal en su brazo izquierdo -lejos de la muñeca- provocando un sangrado que fue dejando caer sobre los labios de Mérida.

-Por favor... Debes tomarla... -acerca su brazo a la castaña, pero esta sólo temblaba por la fuerte fiebre.

Lo único que pudo hacer Noah, fue irle dando de su sangre poco a poco; debía atarse la herida para no desangrarse. Al día siguiente, Mérida continuaba con mucha fiebre, solía decirle cosas a su amiga, pero nada agradables al oído: "Déjame ir" "Me duele" "No seas cruel" "Esto es una tortura, mátame". Matarla... ¿Cómo iba a poder?

Cada día Noah se hacía un corte y colocaba su sangre en un tubo de ensayo, para luego dársela a tomar a la muchacha enferma. Mérida comenzó a adelgazar bastante y no aceptaba el comer, sólo tomaba agua.

A la semana, su fiebre comenzó a bajar. Noah solía alimentarla a la fuerza, con pequeños trozos de pollo o atún que había conseguido buscando por todo el sector.

-¿Pollo o atún? -se sienta a su lado, dejando unas bolsas junto a la cama.

-Cualquiera está bien...

-Te ha vuelto el color -le regala una pequeña sonrisa.

-¿Qué color tenía antes? -toma el atún y lo olfatea- No me gusta el pescado... -suspira.

-Estabas muy pálida. Pues... ¿pollo? -le acerca una bolsa con la carne cruda.

-N-no... -hace un gesto de desagrado.

-Debes comer...

-Traigo el estómago revuelto aún...

-Lo sé, al menos ya no debes tomar sangre -vuelve a sonreírle.

-No me recuerdes eso -suspira nuevamente- No es que tu sangre me moleste... pero el haber tomado sangre por una semana y a esa cantidad... el sólo imaginarla me nausea...

-Si lo sé, vomitaste la cuarta vez que te di. No es algo que se vea todos los días, lo siento, no sabía hacer eso que tu padre hacía... -baja la mirada.

Mérida no respondió los primeros diez segundos, pero luego acercó su mano a la de su amiga para darle una pequeña sonrisa.

-Aun así... Ya podrías graduarte en primeros auxilios.

-¿Tú crees? -indaga un tanto alegre.

-Estoy viva en mundo donde un virus convierte en una especie de espectros a las personas, así que sí, yo te daría un buen título.

Ambas rieron un poco y se quedaron charlando. Mérida logró recuperar el apetito conforme pasaban los días, pero eso no quería decir que las cosas mejoraron. El alimento comenzó a escasear y tuvieron que salir a buscarlo, la única que sabía cómo cazar, era Noah.

-No veo muchos animales...

-Debe de ser por los problemas que hay en el ambiente... -dice la castaña, mirando los alrededores.

-¿Qué haremos...?

-Déjame ver... -saca el libro que llevaba de guía -mapa-.

-¿Esa cosa te dice donde hay comida? -observa el libro atentamente.

-Jaja No... Pero si me muestra por dónde vamos, no conseguí un mapa así que traje este libro que contiene el mapeo de algunos sectores.

El primer día no lograron encontrar comida, y el segundo, tampoco. Mérida tuvo que optar por cavar bajo la tierra y sacar lo único que le quedaba como opción: lombrices. Noah no lo encontró muy desagradable, si bien la castaña no quería, lo veía más aceptable que tomar sangre por días.

Los meses pasaron y tuvieron que adaptarse a otro tipo de alimentación, Mérida comenzó a estudiar la zona y Noah se encargaba de vigilar y tratar de cazar, pero su búsqueda era aún negativa. Los días fríos comenzaron a ser un problema muy grande, les costaba más conseguir alimento: frutas, hongos y algunos insectos. Todo escaseó de manera brutal, pero un día, mientras la castaña analizaba unas cosas en su habitación, Noah ingresó con algo que no esperaba. El interior del sector siempre se encontraba un tanto apagado, se habían dañado varios focos de luz, lo único que les iluminaba por las noches, eran una pequeña lámpara de mesa y la estufa eléctrica.

-Sé que no te gustan pero...

-Cielos Noah, ¿cómo conseguiste pescar eso? -se pone de pie, dejando la pequeña computadora en la cama.

-A unas horas de aquí había un río congelado y bueno... mientras caminaba vi algo que se movía, así que me metí y comencé a perseguirlos. Yo ya me comí unos cinco -sonríe y le pasa el palo que tenía cuatro pescados atravesados.

-Es la primera vez que me alegro así de ver tantos pescados juntos -los mira por su gran apetito y luego abraza a su salvadora- Gracias, Noah. Tenía muchas ganas de comer algo que no fuesen lombrices -avisa contenta.

-Ah... Yo... Sólo me tiré al río -dice rápidamente al sentir el abrazo repentino de su amiga.

-Sí, y estás toda mojada. Hace mucho frío, debes cambiarte de ropa -deja el palo con la comida dentro del contenedor con nieve donde guardaban lo que encontraban y luego la jala- Quítate eso o pescarás un resfrío, te pasaré ropa limpia -abre el armario.

-¿Huelo mal? -se olfatea.

-Mm... No quiero ofender a tu lado animal, pero sí -admite con una pequeña risa.

-Huelo a pescado, creo que es por eso que no te gusta -sonríe mientras se quita la parte de arriba.

-Puede... -cierra la puerta del armario y se queda observándola con la ropa en los brazos- ser...

Noah dejó las prendas sobre la cama y al notar que Mérida no la dejaba de mirar, optó por sacarse la duda.

-¿Todo bien?

Mérida no respondió hasta cinco segundos después de caer en lo que pasaba.

-Ah-si-es que -responde nerviosa- Estás... digo, tu cuerpo -intenta arreglar- estás muy lastimada.

-Oh, sí. Algo. No te preocupes, cicatriza rápido -se acerca a ella para tomar la ropa, su amiga se sonroja y gira el rostro para cambiar de imagen.

A pesar de ser chicas las dos, Mérida no pudo evitar sentir extrañas sensaciones al verla sin ropa. Siempre sentía cosas que quería quitar de su mente pero mientras más lo escondía, más fuerte se volvía, por lo que su rostro se giró un poco para ver de reojo a Noah, quien se encontraba colocándose la nueva camiseta.

-¿Alguna vez... has sentido amor Noah? -su rostro se sonrojó y unos cuantos nervios se vinieron encima.

-¿Amor? -se queda pensando- ¿Te refieres a querer a alguien?

-Algo... algo así, parecido -dice sin mirarla.

-Mmm... A las únicas personas que he querido mucho han sido mi mamá y ahora a ti, pero no recuerdo haber sentido algo así por nadie más.

-¿A... a mi? -se señala.

-Pues... Si, ¿es malo que te quiera?

-N-no, no, para nada -intenta tomar aire.

Noah, al parecer, no estaba hablando en el mismo idioma que la castaña.

-¿Tu me quieres? -sonríe.

-Ah... si... -afirma sin mirarla.

Noah no pareció muy satisfecha con esa respuesta, pero decidió no buscar más allá de eso.

-Iré a tomar un baño, vuelvo enseguida -agrega.

Mérida la tomó del brazo y se quedó observándola, aún con sus mejillas sonrojadas, parecía que quería decirle algo, pero al no poder entablar palabra, se acercó al rostro de la pelinegro y sin pensarlo mucho, cerró los ojos y le dio un beso rápido en los labios.

-V-ve... Yo... ah... yo, estaré por aquí. Yo... seguiré analizando cosas... -agrega nerviosa, no podía mirarla de nuevo, su corazón se aceleró tanto que sentía que iba a desmayarse, sólo se sentó en la cama y comenzó a teclear rápido.

Noah se quedó helada, no había entendido nada pero la acción proveniente de su amiga la persiguió durante todo el camino hasta llegar al baño, sintiendo recién el dolor del golpe que se había dando en el hombro por haber chocado con la puerta al salir del cuarto. Ya en la ducha, se llevó los dedos a la boca, intentaba analizar las cosas pero desconocía muchas.

La loba no sabía cómo regresar sin poner cara de tonta, aún estaba intentando no darle tantas vueltas a las cosas, tal vez era otro tipo de cariño por parte de los humanos que ella desconocía. Ingresó casi sin hacer mucho ruido, notó la mirada rápida de Mérida posarse en ella para luego regresarla a la pantalla.

-¿Estuvo buena el agua?

-¿C-cómo?

-El agua, ¿estuvo buena?

-Ah... Si, muy buena. De maravilla -se acerca un poco a la castaña, sin tomar asiento. Las palabras le salían atolondradas y no podía pensar muy bien las respuestas.

-¿Quieres usarla? Iré a tomar un baño.

Noah tardó en responder pero asintió sin saber bien de qué hablaban.

-Te dejaré el juego que te gusta -da doble click sobre un ícono y se pone de pie, para buscarse ropa. No quería mostrarse nerviosa después de lo que había hecho.

La pelinegro posó la mirada en la pantalla, pero cuando Mérida se volteaba, los ojos se posaban en ella, Noah no podía evitar seguirla con la mirada hasta que salió de la habitación.

¿Qué le pasaba? ¿Estaba enferma? ¿Era algún tipo de hechizo como en su juego? No pudo evitar llenar su cabeza de preguntas, cerró la aplicación e ingresó al lugar donde Mérida le había dicho que todo se encontraba: Internet. Empezó colocando cosas simples en Google como "No puedo dejar de mirar a alguien, ¿estoy enferma?" Pero las respuestas a esas personas eran un tanto mal respondidas, de igual manera las leía atentamente. "Atracción" "Gustar" "Enamorarse" Fue palabra por palabra, leyendo y leyendo, cada vez sentía que se metía en terreno inexplorado y desconocido. Su rostro no podía evitar ponerse rojo con las imágenes que veía, pero eran así... El beso que Mérida le había dado en los labios era tal y como las imágenes mostraban, aunque algunas se iban a otros extremos. Y como dicen, la curiosidad mató al gato, terminó en palabras como "sexo", que la hacían llevarse las manos al rostro, hasta que por fin logró atar cabos. "Reproducción"

-Y-ya veo... debe... debe deberse a eso... Los machos y hembras se reproducen, ¿no? -se habla así misma para tratar de relajarse- Tal vez... tal vez Mérida esté en una etapa así -analiza- ¿Quiere reproducirse? -se sonroja- No, no, no, no ¿O si...? -traga saliva- Pero... yo soy una loba... y ella una chica humana... No podemos... -baja la mirada, sólo la subió un poco para seguir leyendo- ¿Necesita un hombre? Tal vez lo necesita... y al no tenerlo está saciando la necesidad conmigo... -sintió un poco de dolor en el pecho al pensar algo así- ¿Y... y si ese hombre no la sabe cuidar bien? ¿Y si no sabe cazar? ¿Y si no sabe luchar? -se pregunta a sí misma, hasta sentir que la puerta se abre, dando torpes clicks en la pantalla para cerrar todo, luego baja la pantalla.

-¿Noah? -la mira un tanto preocupada al verla toda roja y nerviosa- ¿Qué ha pasado?

-N-nada, ¿a ti te ha pasado algo? -indaga a lo torpe.

-No... -se queda pensando, tal vez lo que había hecho antes le había generado algunas molestias a su amiga. Dejó la toalla sobre una silla y se acercó a Noah-¿Has pasado nervios con el juego?

-N-no... Bueno, tal vez... un poco...

-¿Le pasó algo a Mimi?

-No... Mi personaje está bien, creo...

-¿Lograste averiguar si ganabas subiendo unos cuantos niveles más?

-N-no... Sólo... me quedé paseando por la mazmorra...

-¿Si?

-Sí, sólo quería estar a solas con mi personaje.

-¿Eh? -la mira sin entender.

-Ah, no -responde nerviosa al caer en lo que había dicho- Me refiero a que... yo, bueno, sólo quería estar tranquila.

Mérida se sentía un tanto culpable por cómo estaba actuando su compañera, ella solía ser muy energética y alegre cuando se trataba de ese juego.

-Lo siento Noah... No quería hacerte sentir mal con ese beso, ha sido raro...

-Ah-no, no, no digas eso Mérida -intenta mirarla pero sus ojos bajaban de vez en cuando por la vergüenza- No me ha molestado, sólo... no entiendo mucho de ese tipo de cosas... así que... quería averiguar... para entenderte...

Mérida levantó la mirada y a medida que caía en lo que posiblemente su compañera se refería, se sonrojó.

-¿Q-qué has estado viendo en internet Noah? -toma la máquina, pero la pelinegro fue más rápida y la alejó de sus manos.

-N-no... Por favor... no quiero que intentes buscar que estuve viendo... Te lo pido, es vergonzoso... Sólo... intentaba entender el por qué no podía dejar de mirarte después de lo que hiciste -responde un tanto inocente, a lo que la castaña se sonroja más.

¿Noah no podía dejar de mirarla? ¿A qué se refería con eso? Su cabeza dio mil vueltas pero comprendía que ella tenía derecho a indagarse, ya que vivió casi toda su vida en un domo. Acercó su mano a la de Noah y bajó la mirada, tratando de no tartamudear.

-N-no lo haré... lo prometo. No miraré.

-¿Quieres... estar con un hombre...? -aprieta la frazada con su otra mano, moviéndola con sus dedos por los nervios.

-¿Eh? N-no, ¿por qué querría eso?

-Para... no sé... ¿re... reproducirte? -dice casi en susurro.

Mérida sólo se sonrojó e intentó imaginar el tipo de cosas que Noah pudiese haber estado buscando. "Tipo de cosas donde estuviese incluida la reproducción" Para ella seguro así se le llamaba el tener relaciones, y sabe muy bien que tal vez pudiese tener un desorden con ese tipo de temas. Por lo que trató de tomarlo con calma y explicarse bien.

-Noah, uno puede sentir cariño tanto por una chica como por un chico, y no estoy buscando eso que dices... -le responde con una sonrisa nerviosa.

-Pero... si me quieres de esa manera... ¿cómo harías para reproducirte? -continua indagando sin mirarla, a veces lo hacía de reojo.

-No necesito reproducirme para estar con alguien...

-¿A no? Perdona... pensé... que era algo necesario...

-No... no que yo sepa...

Se quedaron en silencio unos cuantos segundos, casi minutos, intentando formular algún tipo de conversación, pero ninguna podía calmar los latidos del corazón.

-¿Puedes... o quizás... pueda... darte otra vez... ese beso que me diste? -indaga Noah, moviendo su dedo índice en círculos sobre la cama.

Mérida se sonrojó y asintió, acercando el rostro al de la pelinegro, volviendo a besarla como la vez anterior, fue un poco más largo pero no duró mucho. Noah se quedó mirándola, pero la castaña no, la vergüenza le impedía subir la mirada. Su compañera volvió a acerca el rostro, pero esta vez, Mérida se alejó un poco.

-E-Espera...

-Ah... si, lo siento -le da su espacio, sintió que debía mantener distancia esta vez, tal vez no era correcto hacerlo seguido.

-Yo... amm... -se pone de pie- V-voy, voy a apagar la luz -toma la computadora y la acomoda sobre el mueble.

-Oh, ¿te ha dado sueño? -la sigue con la mirada, ¿se había molestado?

-N-no, sólo apagaré las luces... -se acerca a la mesita para dejar casi a oscuras la habitación, sólo quedaba el naranja tenue de la estufa. Se recostó sobre la cama, cerca de Noah, escondiendo el rostro.

Noah se quedó mirándola, no sabía qué hacer.

-¿Puedes... dormir conmigo hoy? Tengo mucho frío...

Eso había sonado a escusa por donde se lo escuchara, ella lo sabía, pero qué otra cosa podía decir, el sentir las cosas que estaba sintiendo la volvían algo torpe a la hora de hablar.

-Claro...

Noah se quedó sentada un buen rato, sin dejar de mirarla, sólo quitó la vista para sacarse los anteojos y dejarlos en la mesita, luego llevó una de sus manos para acariciar la cabeza de quien tenía al lado, enredaba con delicadeza sus dedos en los finos cabellos de la castaña, quien se estremecía al sentirla cerca de su cuello y oreja. Luego bajó lentamente su cabeza para darle un pequeño beso en la frente, sólo subió un poco el rostro para decir algunas cosas que sentía.

-Mérida, ¿es malo que quiera darte más besos...? -susurra.

La castaña sólo negó y giró el rostro un poco, quedando cerca del de Noah, podían sentir sus corazones, parecían tambores fuera de control, el calor corporal de ambas había subido y sus mejillas estaban rojas como una manzana. Podían sentir la respiración de cada una en el rostro de la otra, sus labios se juntaban un poco y luego se separaban casi a la misma velocidad, hasta que todo parecía detenerse, todo iba más lento; los besos comenzaron a tener menos distancia y más pasión, la castaña comenzó a girarse hasta quedar boca arriba; Noah había colocando la mano al lado de su cintura, casi sosteniéndola, a veces con un pequeño temblor de estar invadiendo un espacio que no debía, pero los besos se volvieron un tanto frenéticos, ya no había espacio y Noah estaba perdiendo el poder de pensar bien las cosas, simplemente acariciaba el cuerpo de la castaña sin pensarlo mucho, pasó de acariciarla sobre la ropa a meter su mano debajo de esta, hasta llegar al pecho.

-Pa... para... -pide Mérida entre algunos gemidos, llevaba una respiración acelerada y empujaba un poco a Noah al ver que esta no se detenía- No-Noah... para...

Cuando levantó un poco la voz, la loba dejó de lamer su cuello y elevó el rostro, también estaba agitada y algo perdida. Los ojos de la pelinegro tenían un brillo tan intenso, que a pesar de lo oscuro que estaba, podían verse como si fuesen constelaciones, si bien su tonalidad negra hacía referencia a su pérdida de la visión, nunca perdió cierto brillo, pero para Mérida, hoy brillaban más que nunca. Llevó ambas manos para acariciar las mejillas de la loba y su cabello.

-Lo siento... me perdí... -avisa Noah, aún algo agitada.

Mérida le sonrió y continuó acariciándola.

-Lo sé... Yo igual, sólo... me estaba costando llevar tu ritmo -ríe un poco- ¿Quieres... quitarte la ropa? -indaga titubeante.

Noah sólo se sonrojó y quedó algo inmóvil, temía no poder detenerse si tocaba la piel de aquella chica que lograba perderla con sólo su aroma. No dijo nada, sólo comenzó a quitarse la parte de arriba, Mérida hizo lo mismo, pero ella se cubrió el pecho con uno de sus brazos.

-Vaya... sí que es vergonzoso... -ríe nerviosa.

Noah continuó sin decir nada y bajó la cabeza para posarla cerca del cuello de la castaña.

-Sí que lo es... -afirma- Pero también se siente cálido...

-Sí... mucho -apoya sus manos sobre los hombros de la chica que aplicaba pequeños besos en su cuello y pecho, rodeando el de ella para abrazarla y acercarla nuevamente a sus labios.

Todo pasó a ser caricias y besos, pero cuando Mérida sintió una mordida en uno de sus pechos, no pudo evitar soltar un gemido más fuerte y que su compañera se le quedase mirando.

-Ah... lo siento, ¿te ha dolido? -no podía decirle que había sonado lindo de todas formas.

-N-no... sólo se sintió extraño...

-Y-ya veo... Pues... no sé cómo seguir de aquí en adelante -dice sonrojada.

Parecía que había pasado poco tiempo, pero llevaban bastante así.

-Yo tampoco, es la primera vez que hago algo como esto... Es... vergonzoso -vuelve a reír con algo de nervios encima.

Noah subió el rostro para besarle la frente y luego recostarse a su lado.

-A mí me gusta tu cuerpo -le sonríe- Huele rico y sabe bien también.

-H-hey... -se sonroja.

-¿No vas a cenar? -pregunta mientras acerca su rostro al cuello de la castaña, para frotar su nariz en este, provocándole cosquillas.

-Jaja ¡Hey! -la empuja- Tal vez coma un poco... me ha dado más hambre -bosteza.

-Puedo calentarlos si quieres.

-Eso... sería genial, pero puedo hacerlo yo, no nece-

-No, no, no. Quiero hacerlo -se levanta para dirigirse al contenedor.

-Ah... está bien... pero... ponte algo de ropa... Porfis -avisa sonrojada.

-Oh -tampoco iba a decirle que se sentía cómoda así como estaba- Claro -le sonríe.

Esa noche, compartieron la cena, a pesar de que Noah había comido, no pudo evitar sacar un pescado; mientras comían, la loba no podía quitarle los ojos de encima a Mérida, ella la veía de reojo y se sonrojaba, por lo que la pelinegro dejaba de verla para evitarle nervios, pero ahora la besaba como si fuese algo natural y se acercaba a ella para frotar sus mejillas.

Por desgracia, el invierno fue muy cruel con Noah...

Continuará.

Actualidad. Alabama. Estados Unidos.

Cuando llegaron al sector nueve, alejaron a Max de Mimi, la castaña fue llevada a su laboratorio, donde la interrogaron.

-Lamentamos no haberle podido dar más tiempo, señorita Hould -avisa una señora de unos treinta y dos años, tomando asiento mientras archivaba unos papeles.

-Me dijeron que no se meterían en esto... Que lo respetarían si les brindaba mi ayuda. No han cumplido nada de eso, sólo la tratan como a los otros -dice la castaña enfadada.

-Su... -respira hondo, como si fuese a pronunciar algo difícil- pareja, señorita Hould, no es diferente a las otras bestias. Lo único que la diferencia es su sangre. Los dos que llevan un BM parecido, se están negando a cooperar, me parece que estamos siendo muy blandos -avisa, mientras escribe.

-¡Me refiero a que ella es muy importante para mí y la tienen encerrada en un laboratorio como una rata! ¡Los ayude! -levanta la voz y frunce el ceño.

-Le pido que baje su voz... señorita -junta sus manos sobre la mesa y mira a la castaña- No vamos a hacer sufrir a esa... loba que tanto quiere. Vamos a darle otra oportunidad y la dejaremos que trate de convencerla para que done cierta cantidad de sangre cada tres días. Si logra cooperar será bien tratada y la transferiremos a su dormitorio para que la estudie. Estará con ella mientras cumpla con lo que se le pide, ¿le parece bien? -dice seriamente.

Mimi no sabía qué responder, sabía que entre todo eso que se veía medianamente "bonito" podían pasar cosas malas, pero podía idear algo mientras no la alejaran de Max, por lo que sólo asintió con seriedad. Detestaba el sector nueve, tal vez, podía detestar a todos los sectores, pero la castaña desconocía la mayoría de ellos. Caminó por los iluminados pasillos hasta irse acercando a su laboratorio -si bien se le llamaba así, se le asignaba un laboratorio a cada doctor o científico para que sea utilizada por el mismo como habitación, solían ser muy grandes por lo que no era problema dividir el lugar para instalarse-, donde se encontraban tres doctores que al verla llegar, se dirigieron a ella.

-Disculpe las molestias, señorita Hould, pero trasladamos aquí a la bestia con la ayuda de su compañero y necesitamos que nos responda unas preguntas -saca su anotador.

-Ah... Estoy ocupada en estos momentos.

-Es que nos resulta interesante su historia, puede ayudarla a volverla popular entre tantos otros científicos -dice otro de los doctores casi susurrándole.

-No busco fama... sólo quiero entrar a mi laboratorio, necesito atender mi proyecto.

-Pensamos que era su pareja, doctora.

Al escuchar eso, Mimi frunció un poco el ceño y se quedó mirándolo.

-Es verdad, nos gustaría saber cómo es que pudo entablar una relación-

-¿Homosexual? -responde rápidamente la castaña.

-Am, no. Más bien-

-¿Zoofilia? Pueden escribir eso en el apartado nuevo de mañana si quieren -vuelve a interrumpir para acercarse a la puerta.

-Ah, no es lo queríamos preguntarle -intenta acomodar lo que intentaba decir hace rato- Mm... más bien-

-¿Bestial? ¿Irracional? -interrumpe uno de los otros, se trataba de un científico muy poco nombrado en la rama de los sectores- Si le gustan los animales o si es homosexual está fuera de lo que realmente nos interesa, sino de qué clase de científica/doctora podría tener una relación con sus propios experimentos -indaga con una pequeña sonrisa- ¿Una totalmente loca tal vez? -agrega.

-Ah... Doctor Bruss, no creo que sea correcto preguntar algo así tan directamente -intenta arreglar el otro, al ver que el ambiente se había puesto un tanto tenso.

Pero Mimi sólo bajó la mirada y abrió la puerta, ingresando, sin responder nada. Se quedó apoyada en la misma, dejando pasar los murmuros que se escuchaban del otro lado, suspirando y girando el rostro para encontrarse con la enojada mirada de Max, quien se encontraba atada a una camilla. Su compañero de trabajo -ya visto en el bosque antes- era el único que tenía una copia de la llave, ya que le acercaba todo lo necesario a Mimi para sus investigaciones.

La castaña dejó las llaves sobre uno de los muebles y se acercó un poco más a la camilla. La pelinegro sólo giró el rostro con su ceño fruncido y molesto.

-Escucha... Max -toma un poco de aire- Cuando te quite las ataduras, tendrás tres opciones.

-No me interesa saberlas, no me interesa nada que tenga que ver contigo -avisa casi en rugido.

-Ahí estas, con tu comportamiento cerrado y tonto de nuevo -teclea en la computadora que no estaba muy lejos, hasta desactivar lo que ataba a Max- Cuando se te pase lo tonta, me avisas -se quita el abrigo y se encamina a la cama que se encontraba al fondo, tomando su notebook en la mano para teclear nuevamente, un tanto molesta.

-¿Piensas tenerme encerrada todo el tiempo?

-Pensé que no querías hablar -responde sin mirarla.

-¡No quiero hablarte! ¡Ni quiero saber nada contigo! ¡Es más, si tuviese el valor para arrancarte los brazos, lo haría! -ruge furiosa.

La castaña sólo la mira con desinterés y le señala el mueble.

-Claro, claro. Lo que tú digas. Tus lentes están por allá -vuelve su mirada a lo que escribía.

Max gruñó para sí misma y con todo su enojo encima comenzó a acercarse a la castaña, quedando cerca de ella.

-¿Estás burlándote de mí?

La castaña hizo caso omiso a esa pregunta y continuó escribiendo, hasta que su notebook terminó en el suelo, a causa de la loba.

-Por tu bien, espero que no se haya dañado ningún archivo -responde Mimi, molesta.

-Ay si, por tu bien... -repite la otra en tono de burla y enojo- Estúpida humana...

-Mira, ya tengo una copia de lo que es realmente importante, ¿quieres romper mi laboratorio? Rómpelo, no te detendré -avisa en un tono serio y luego comienza a buscar algo en la nevera, aunque esta se cerró de golpe, también a causa de Max, quien apoyaba con fuerza la puerta de ésta.

-Abre la maldita puerta... o voy a hacer de tu vida un infierno.

-Tengo hambre y quiero sacar algo de allí -se cruza de brazos y le señala la nevera con la mirada.

-Y yo quiero salir -la sujeta del brazo con fuerza y la jala hasta la entrada, la castaña sólo suspiró y se quedó allí sin hacer nada- Ábrela.

-¿Sabes dónde estamos?

-No me importa saber dónde estoy, abre la puerta...

-Estamos en el sector nueve, uno de los más tediosos y peligrosos de todos -camina en dirección contraria a la puerta- Si sales, no va a irte bien.

Mimi sintió cómo se elevaba por los aires al ser tomada del cuello y colocada bruscamente contra la pared.

-Si no salgo, voy a romperte el cuello -gruñe con una mirada llena de enojo.

La castaña debía admitir que dolía, pero sólo se limitó a sujetarse fuerte para no lastimarse y desvió la mirada hacia otro lado.

-No voy a abrirla... Y no vas a matarme.

Ante la respuesta, Max ruge furiosa y la tira al piso con fuerza, Mimi pudo sentir el fuerte golpe en su hombro izquierdo, su acompañante parecía comenzar a transformarse a medias; su cola y orejas de lobo ya estabas visibles, su tamaño había aumentado al igual que sus colmillos, pero sólo dio unos peligrosos golpes al lado de la cabeza de la castaña, rugiéndole en la cara para luego dirigirse a romper todo lo que podía y estaba a su alcance. Mimi tomó asiento en el suelo y mientras acariciaba su brazo, observaba hacia abajo sin decir nada.

Luego de un rato, casi al anochecer, Max logró calmarse, volviendo a su forma humana. Se quedó sentada en un rincón, seria y de espaldas. Mimi se puso a ordenar lentamente, hasta que alguien tocó la puerta.

-Estoy un tanto ocupada ahora... -avisa, mirando sólo por la rendija.

-Los ruidos han sido muy fuertes, ¿segura que estás bien? -indaga su compañero.

-Estoy bien... Te pedí que no vinieras por unos días.

-Lo sé, pero pensé que te había hecho algo malo. Debes tener cuidado, ella ya no es la misma... lo sabes, puede herirt-

-Ella no va a herirme -interrumpe un tanto enojada, cerrando con fuerza.

Mimi se apoyó en la puerta de espaldas y miró el suelo por unos cuantos segundos, tratando de pensar en cómo responder si alguien de alto rango venía a preguntar por los ruidos. Continuó ordenando hasta tomarse un pequeño descanso y tratar de acercarse un poco a la enojada chica.

-Max... enojarte y odiarme no va a hacerte sentir mejor.

-Si lo hace... ¿Por qué no vas a abrir sapos? Puedo escaparme sin tu ayuda.

-Yo no he dicho que no te ayudaré a salir, voy a hacerlo, pero cuando sea el momento indicado y no corras riesgos de terminar en una jaula.

-No confío en ti, no volveré a confiar en nada de lo que me digas.

-Antes confiabas mucho en mí... -baja la mirada.

Max no respondió nada, sólo la miró de reojo.

-No quería que terminaras en el sector Max... Pensé que el que te olvidaras de mí sería algo bueno... positivo para ti, pero ahora estás encerrada... Creí tantas cosas... y todo se ha dado vuelta, ya no sé qué estoy haciendo.

-No sé qué estupideces estás balbuceando, pero si te conocía, debo haberte detestado.

-De hecho, no. Todo lo contrario, me querías bastante. Es más, estabas enamorada de mí -la castaña dijo eso último con algo de malicia, estaba cansada de que la loba la tratase tan mal, que no pudo contener lo que tenía oculto.

-Claro, seguro -ríe ante el comentario y la observa- No te creo, nunca me habría podido enamorar de alguien así. Además, el amor es para idiotas.

- ¿A si? Si no mal recuerdo, te la pasabas muy bien con esa tal Jonna -frunce un poco el ceño, al igual que su compañera.

-¿Qué demonios hacías? ¿Espirarme?

-Algo así...

-Tú debes de haber sido el motivo por el que ella estaba molesta conmigo, y miraba siempre a ese otro idiota ¿Qué cosas le decías? -se acerca desafiante.

-No seas idiota... -la empuja y gira el rostro- Mira si voy a meterme en tu vida de esa manera, si algo no iba bien entre ustedes dos fue algo en lo que no me metí nunca, si ella te dejó fue tú culpa, no mía.

Max sintió un fuerte dolor en el pecho al escuchar esas palabras, por lo que sólo se apartó un poco de Mimi y bajó la mirada. Ella sabía que era culpa suya, pero detestaba admitirlo; los primeros días que besó a Jonna pensó que era normal no sentir tantas sensaciones, pero luego la invadía una soledad muy grande aun estando con ella; no importaba cuántas veces lo intentara, sólo permanecía a su lado por un leve cariño o agradecimiento al día que le ayudó cuando tomó de más en ese bar.

-Sé que duele... pero si ella no te quería, no debes seguir mortificándote.

-Tú qué sabes... Jonna no tuvo la culpa de nada, fue toda mía. Nunca le di lo que ella deseaba... es normal que se vaya con alguien que sí...

-¿Lo que ella deseaba?

-Ya sabes... más cariño, besos, sexo... esas cosas. Pensé que era normal no sentir nada al inicio, pero siguió pasando y no pude brindarle más que mi compañía -se pone de pie- No sé qué hago contándote este tipo de cosas... no me gusta tenerte cerca -camina hacia adelante.

-N-nosotras dos, si tuvimos sexo -avisa rápidamente, levantándose.

Max se queda inmóvil y se gira para observarla, levantando una ceja.

-Lo que faltaba... sigo pensando en qué mi yo de antes era una idiota -frunce el ceño- Sigues teniendo con más razón, la culpa por la que no pude darle a Jonna lo que necesitaba, seguro en mi subconsciente andabas por ahí, metiéndote en mi vida... como ahora.

Eso sí que había dolido, tal vez decirle las cosas a Max no era lo correcto; las palabras de la loba la dejaron casi sin aire y con una angustia le recorrió todo el cuerpo, sin poder responder mucho.

-Eso... puede ser cierto...

Fue lo único que pudo decir y caminó en dirección a la cama, tomando asiento y comenzando a escribir a un ritmo lento en su notebook. Max sólo volvió a su rincón y sólo se movía de ahí para comer lo que Mimi dejaba visible en la nevera para ella, como carne o fiambres.

Mimi tenía reuniones en la semana, en las cuales explicaba a duras penas información sobre Max, cualquier cosa era bienvenida para los científicos que comenzaron a estudiar su sangre. La primera extracción fue sencilla, ya que durmieron a la loba antes de ello, pero Max no era idiota, sabía lo que pasaba y las explicaciones de Mimi eran muy mal recibidas de su parte.

-¡¿Qué demonios pretendes hacer conmigo!? -gruñe.

Mimi trataba de esquivar la conversación pero era casi imposible cuando se trataba de Max, sus rugidos debían ser controlados por ella, así que no le quedaba de otra que responderle a todo y tratar de calmarla, pero llevaba semanas en ese estado, y hoy pareció tocar fondo, entre gritos y amenazas, terminó todo mal.

-¡¡Lo único que has hecho durante todos éstos días, es entregarle mi sangre a esas malditas personas!! -le ruge en la cara- ¡¿Qué fue lo que hice para que termines usándome así?!

-¡No estoy usándote! -grita, intentando esquivarla en lo que acomodaba algunas cosas.

-¡¿Y cómo le llamas a dormirme cada tres días y sacarme sangre?! ¡Cómo desearía no haberte conocido en el pasado, todo lo que está pasándome es culpa tuya!

La castaña no pudo aguantar contener las lágrimas, llevaba días escuchando cosas como esas.

-¡Si tanto te molesta el pasado entonces vive más en el presente y deja de culparme, lo único que haces es hablar mal de mí sin saber nada! ¡¡Si Jonna te dejó, yo debería hacer lo mismo!!

Las palabras cargadas de enojo y angustia provenientes de Mimi, terminaron bastante mal, cerró la puerta de un golpe, le puso llave y se alejó. Max no sabía qué pensar o sentir, la invadían todo tipo de emociones. La castaña no fue a dormir esa noche allí, tuvo que dar explicaciones a aquellos que estaban a cargo de supervisarla, le dijeron que si Max llegaba a un punto de agredirla, iban a tener que alejarla. Si bien Mimi estaba con un enojo muy grande, no podía culpa a la loba...

-¿Sentada aquí otra vez señorita Hould? -sonríe aquel científico con malas vibras de aquella vez- Problemas de pareja al parecer... -gira un poco el rostro.

Mimi no respondió nada.

-Existe el borrado de memoria en la actualidad, debería probarlo. De esa manera, podría experimentar como se debe con esa bestia, sin sentir remordimientos -explica con su típica sonrisa de siempre- Sin sentir nada, como ella...

-¿Por qué no va a hablarle de eso al espejo? -dice enojada, poniéndose de pie y alejándose del lugar.

Ya lejos, se preparó un café con una de las máquinas del pasillo.

-Qué cara...

Ni siquiera se giró a verlo, se quedó mirando el suelo unos segundos.

-No sé qué estoy haciendo Lucas...

-¿Tomando un café mientras piensas cuanto va a aguantar tu corazón con todo esto?

-Idiota...

-¿Es así o no?

-Tal vez... El amor apesta...

-Sí, suele apestar bastante. Pero no quita el hecho de que también es algo bonito y difícil de abandonar.

-Sería tan fácil... dejarla a cargo de otra persona...

-Peeero, no puedes -aprieta el botón de la máquina.

-La amo demasiado para alejarla de mí sólo por esto... -no pudo evitar dejar caer una lágrima- Duele demasiado que no me recuerde... más de lo que imaginé...

Su compañero de quedó en silencio por unos segundos, sólo se escuchaba el leve sonido que provenía de la máquina que preparaba el café.

-¿Sabes que es probable que ella no te recuerde nunca, verdad?

Mimi sólo apretó el vaso con sus dedos y luego asintió. Lucas iba a seguir hablándole pero una de las alarmas comenzó a sonar.

-¿Infestados?

-¿Cómo es posible que entraran? -pregunta la castaña.

-No tengo idea pero debemos subir al primer piso, o estaremos en problemas.

-No puedo irme ya, debo ir por Max.

-¿Estás loca? Ella puede defenderse sola.

-¡Claro que no! Esa puerta puede romperse con facilidad y si le agarra un grupo grande no sobrevivirá, los otros lobos están en un domo, con puertas más resistentes pero ella no. Ve a ayudar a los otros, si no te ven haciendo guardia te meterás en problemas -avisa nerviosa.

Lucas no pudo convencerla de que era peligroso, Mimi salió corriendo al pasillo, subiendo las escaleras con rapidez hasta llegar al cuarto correcto, abrió la puerta y Max se encontraba cerca de la misma.

-¿Qué rayos es esa cosa? Está rompiéndome los oídos -se los tapa con ambas manos.

-Son infestados, debemos irnos, este piso no es muy alto, van a llegar- cortó lo que explicaba al ver a alguien que no supo identificar, ya que llevaba un traje oscuro, uno que usaban contra la radiación, pensó que era ayuda pero vio que sostenía una aguja- Entra Max, entra -la empuja.

La loba no tuvo tiempo de preguntar nada, no sabía quién era esa persona que se acercaba y sólo escuchó cómo Mimi le colocaba llave a la puerta nuevamente, seguido de unos tumbos y golpes. La persona desconocida golpeaba a Mimi en la cabeza y los brazos para que le diese la llave, quien sea que estaba dentro de ese disfraz, seguro buscaba anestesiar a Max para llevársela. Cuando la alarma se detuvo, aquel ser le dio otro golpe y le colocó la aguja en el brazo, inyectándole todo el líquido para luego retirarse tan rápido cómo podía. Mimi intentó levantarse pero empezó a sentirse muy mareada y cayó al suelo, convulsionando. Su cuerpo parecía un taladro en el suelo y la espuma que empezó a expulsar de su boca hizo que Lucas, quien la vio a lo lejos, comenzara a gritar pidiendo ayuda.

Pasó todo un día hasta que Max vio que la puerta se abría de nuevo, pero se trataba de alguien diferente.

-¿Qué pasó ayer por la tarde? ¿Dónde está Mimi?

-Alguien la atacó, y le inyectó una sobredosis, una de un calmante muy potente. Le han hecho un lavaje pero su cuerpo no está del todo recuperado, recibió golpes y tiene heridas graves en el rostro. Por lo tanto, vendré de vez en cuando a darte de comer, yo no soy ella, si te comportas mal o me desobedeces te dejaré sin alimentos -explica Lucas, podía notarse de lejos su expresión de preocupación.

Max no respondió nada, se mantuvo callada en lo que le dejaban la comida, pero un extraño impulso la hizo hablar.

-¿Ella... está bien?

Lucas la miró de reojo y contestó luego de acomodar unas cosas.

-No sabría responderte, por el momento su cuerpo está resistiendo, pero sus defensas están bajas y su corazón un tanto inestable -toma un trapo para limpiarse las manos- Necesito hablar contigo -dice con seriedad y toma asiento, Max sólo se quedó en el mismo lugar, mirándolo- A Mimi no le gusta la idea de que las personas hablen contigo, no quieren que te remarquen nada y todo lo quiere hacer por sí sola, es terca y opino que ha obtenido esa tonta manera de pensar debido a que siente que todo el mundo es su enemigo, menos tú.

La loba lo mira con más atención, intentando no mostrar mucho interés en lo que decía aquel muchacho, pero no podía evitar sentir todo lo contrario.

-Para Mimi, los lobos son tan humanos como todos, a mí me cuesta entender eso, ya que opino que las razas que son diferentes a nosotros van a querer en algún momento exterminarnos y eso sería devastador para la raza humana -gira el rostro, desviando la mirada hacia una pila de libros- Pero me agrada la manera en la que piensa ella... es honesta -regresa la mirada a la pelinegro-, pero tú no mereces que ella sea así contigo.

Max frunce el ceño, sin dejar de observarlo.

-Eso no te incumbe... La manera en la que yo la veo, es no es algo en lo que deberías entrometerte...

-¿No? -se pone de pie- A como yo lo veo, eres un animal de puro instinto, no te interesan las emociones de los demás y sólo agredes, dañándola y gritándole; está en tu instinto, no te culpo, pero ella no merece eso. Sólo miras con temor hacia el pasado y ni siquiera eso sabes hacer bien... -se acerca a la loba- Mimi me agrada... me gusta. No me importa cuánto amor sienta por ti, cuando encuentre la oportunidad de hacerle ver que yo puedo darle todo lo que tú no puedes, voy a llevarla conmigo.

-No veo cual es el problema... Llévatela cuando gustes... -camina hasta tomar la carne y se dirige a su rincón, tomando asiento.

-Eso haré... -afirma con seriedad y sale, cerrando la puerta.

Max no pudo evitar sentir un hueco en el corazón, su apetito se había cerrado, le molestaba no entender esa clase de sentimientos, pero no era tonta, sabía que gran parte de todas sus molestias provenían de un sentimiento que no recordaba... y que de seguro era por Mimi, su egoísmo la estaba haciendo caer muy bajo, el lugar se sentía más solitario de lo normal y así continuó hasta que a las dos semanas, apareció la castaña, al cruzar la puerta, la loba, quien estaba recostada en la cama, entre abrió los ojos y le clavó la mirada, los cerraba cuando sentía que podía ser vista. Mimi sólo la miró de reojo, al pensar que estaba dormida, no quiso ir a despertarla, dejó unos papeles en el mueble y tomó asiento frente a su computadora, se quedó ahí mirando el teclado sin hacer nada, traía una mirada un tanto apagada. La pelinegro no sabía si asustarse o pensar que era normal la linda sensación que traía en el pecho al verla de nuevo, no se animaba a acercarse para preguntarle si estaba mejor, por lo que decidió intentar volver a dormir.

Al día siguiente, cuando Max abrió los ojos, no encontró a la castaña, la primera idea que pasó por su cabeza fue tonta, pero pensó que había pasado la noche con su "compañero", pero al mirar hacia delante se encontró con la muchacha de ojos marrones, la veía un poco borrosa al no llevar los anteojos pero sabía distinguirla y saber que era ella por el aroma.

-Hoy trajeron leche, parece de la buena, traen cada bastante, ¿quieres tomar una taza caliente conmigo? -pregunta Mimi, sin mirarla.

Max tardó en responder, tomó sus anteojos y la miró de reojo mientras la otra se vestía y buscaba ropa en los cajones. Pudo ver pequeños moretones en la espalda de Mimi y uno más grande en el cuello.

-Claro...

-Cuando éramos más pequeñas, te gustaba mucho tomar leche conmigo, pero a medida que la economía y el ganado disminuyeron pues, tuvimos que quedarnos con el café y algo de té -explica, mientras se coloca una camisa gris oscuro.

La pelinegro se quedó sentada en la cama mientras le hablaban, se dio cuenta que estaba escuchándola con más atención que antes pero era algo que a este punto ya no podía evitar. Por alguna razón, y seguramente obvia, tenía un estúpido impulso por querer brincarle encima y morderle la camisa, ¿deseos de jugar como una tonta? ¿Es enserio? Fue lo único que pudo preguntarse al sentir algo así.

-No eras de muchas frutas, pero cuando tuvimos que aprender a sobrevivir solas, cualquier cosa nos venía bien -se acerca a la nevera.

-Ah... -intentó interrumpir, quería preguntarle si no iba a colocarse algún pantalón, Mimi andaba sólo con esa camisa y su ropa interior, era la primera vez que la veía rondar así por el lugar, pero su voz salió tan baja, que al parecer no fue escuchada.

-Tampoco te gustaba el frío, pero siempre fuiste más resistente que yo en eso -coloca un poco de leche en el termo eléctrico y lo enciende- Un día, te despertaste temprano sólo con el objetivo de agarrar nieve para colocarla en mi espalda mientras dormía, no eres ninguna santa -sonríe.

Hubo algo de silencio luego de eso, Mimi apoyó sus manos en la mesada mientras observaba el aparato, no quitaba esa sonrisa de su rostro, Max se puso de pie y acercó lentamente a la muchacha.

-Algún día, voy a salir con el sólo objetivo de tomar nieve para hacerte lo mismo -se gira con cuidado para observar a la loba.

Había algo borroso en la mente de Max en ese instante; el aroma de la leche, la voz tranquila de una mujer... Una corta imagen de alguien preparando la comida, ¿el desayuno, el almuerzo, la cena? ¿Qué era...? Era como un déjà vu, no era molesto, sino un recuerdo agradable.

-Tienes cara de haber visto algo bueno, no me digas -se queda pensando- ¿La leche?

La pelinegro intentó despertar de ese extraño trance para menear un poco la cabeza, no sabía si había asentido o negado, pero la pequeña risa entre dientes que provino de la castaña la embobó más, ¿por qué le pasaba esto ahora? Había escuchado a Mimi reír antes, pero algo no andaba bien, ¿podía ser el maldito aroma de la leche? ¿Qué diablos tenía eso? Cosas así pasaban por su cabeza; el sonido que hizo el termo al avisar que había terminado la devolvió un poco a la realidad.

-Mira... Yo... ya sé que me conoces, me lo has dejado en claro, pero no quiero hablar de eso ahora -avisa, tratando de sonar tranquila y amigable, aunque el ser amigable le salía bastante mal- Quiero saber qué te pasó ese día, tu amigo Lucas me dijo que alguien te atacó.

-Lucas se ha vuelto muy pesado, me persigue a todos lados, debería amarrarlo en algún sitio para que se relaje. Tal vez le afectó lo de ese "día" -remarca con sus dedos, como comillas en el aire- Supongo que son cosas que pasan, ya sabes, cosas malas. Ahora estoy bien, tú estás bien. No necesito recordarlo, ya se está buscando a fondo al culpable y si lo encuentran, no le irá nada bien -saca dos tazas del mueble.

-Pero no lo han encontrado, sigue suelto. Puede atacarte de nuevo, en cualquier momento del día.

-No te preocupes Max, enserio -sonríe sin mirarla- Voy a estar bien, cada vez que salgo Lucas me acompaña hasta la siguiente reunión, no pasará nada.

-No deberías estar tan sonriente -se cruza de brazos- Casi te matan ese día-

Sus advertencias fueron interrumpidas por un pequeño empujón proveniente de su compañera.

-Oye, ¿qué rayos haces? -la observa sin comprender la reacción de Mimi.

-Vamos a jugar a algo, tú y yo. La leche está hirviendo, podemos esperar un poco mientras jugamos -vuelve a empujarla.

-¿Jugar? Estás empujándome, no le veo la gracia. Además, ¿qué tienes, cinco años? -dice con seriedad.

-Si tuviese esa edad no podría estar preparándote una taza de leche -vuelve a empujarla y ríe- Anda, ¿qué pasa? ¿No sabes empujar grandulona? -la mira desafiante, con una sonrisa.

-No voy a empujar a una chica llena de moretones -se gira en dirección a la cama, pero sintió cómo la castaña se subía a su espalda y le mordía el cuello.

-¡P-pero, ¿qué demonios?! -se exalta y trata de quitarla de encima, pero las risotadas de Mimi hicieron eco en su cabeza, nuevamente sentía muchas cosas allí dentro, y ese impulso tonto de querer seguirle la corriente estaba matando todo su orgullo; la tomó de un brazo y la jaló hacia un costado, empujándola a la cama.

-¿Eso es todo lo que tienes? -ríe la castaña, tirándole una almohada por la cabeza para luego salir corriendo.

-Eres... una... -frunce el ceño y comienza a perseguirla, no podía evitarlo, intentar atraparla mientras corría se veía demasiado tentador, fallaba varias veces en el intento de sujetarla, lo que se volvía más adictivo.

Estuvieron persiguiéndose por todo el laboratorio durante varios minutos, Max ni siquiera notó que lo estaba disfrutando; cuando logró atrapar a la castaña, le sujetó con fuerza las muñecas y las elevó hasta arriba, poniéndola contra la pared, con una sonrisa que mostraba su victoria.

-Te tengo, ¿qué querías demostrar? No puedes ser más rápida que yo -avisa sin soltarla.

-Oh, claro que no. Eso lo sé muy bien, pero se moverme muy bien, llevas rato intentando atraparme -la observa fijamente.

-P-pues... es cierto, no entiendo cómo esos débiles infestados te ocasionaron tantos problemas esa vez -gira el rostro y la suelta, acomodándose el cabello, acto nervioso de darse cuenta que había estado jugando a atraparla, no pudo evitar asomarse un pequeño rubor en sus mejillas al pensar eso.

-No soy buena luchando cuerpo a cuerpo, y menos disparando. Soy sólo una científica, me la pasé estudiando, no entrenando cómo luchar contra esas cosas -sonríe y acaricia un poco sus muñecas, la había sujetado con bastante fuerza.

-Ah... lo siento, creo que te lastimé -se acerca un poco, notó que la castaña tenía roja la zona de donde la había agarrado- No suelo medir bien mi fuerza.

-Jaja Y decir que la que te explicó el significado del perdón, fui yo -la esquiva y se dirige para ver la temperatura de la leche- Tendré que calentarla de nuevo -suspira y vuelva el contenido de las tazas sobre el termo.

-¿El perdón? -era cierto, esa palabra y su significado lo recordaba bien, era una de las cosas que sabía interpretar aun después de haber perdido gran parte de la memoria.

-Aha... Y no te preocupes, también estoy acostumbrada a tus jalones, empujones y... mordidas -se gira para sonreírle con picardía.

-Y-ya... eso es algo que no quería escuchar -gira el rostro sonrojada y toma asiento en la silla, dándole la espalda a Mimi, quien se rio entre dientes por esa reacción.

Fue una mañana agradable si ambas tendrían que describirlo, pero también tenían sus emociones confusas. Max ya no podía mostrarse de tan mal humor después de todo lo ocurrido con Mimi, y la castaña llevaba consigo cierto temor... de que algo esté intentando matarlas a ambas.

Continuará.  

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